Voltaire sobre el celibato de los clérigos: ¿cuándo surge?
Se pregunta si en los primeros siglos de la Iglesia se permitía el matrimonio a los clérigos, y en qué momento se prohibió. Revisamos las costumbres en los Concilios de Nicea, Rímini, Basilea y Trento; y a los Papas que fueron padres, los que fueron descendientes de sacerdotes; y los coherentes.
Cerremos por ahora el tema del celibato religioso. Cómo no, con Voltaire hablando de él en su Diccionario Filosófico.
En su artículo dedicado al Amor socrático, que trata sobre el “amor” del maestro varón con sus jóvenes discípulos varones, Voltaire escribe:
“Séame permitido hablar aquí del amor socrático del reverendo padre Policarpo, un carmelita de la pequeña ciudad de Gex [Grecia], que el año 1771 enseñaba religión y latín a una docena de pequeños escolares. Era al mismo tiempo su confesor y su maestro, y luego ejerció con todos ellos un nuevo empleo. Difícilmente se podrían haber tenido ocupaciones más espirituales y temporales. Todo se descubrió: se retiró a Suiza, país que está muy lejos de Grecia. Estas diversiones son bastante comunes entre maestros y alumnos. Los monjes encargados de educar a la juventud siempre fueron aficionados a la pederastia; es consecuencia necesaria del celibato al que se ven condenados estos pobres.”
Luego le dedicó otro artículo completo al celibato — o antes, porque lo que escribió se publicó en ese mismo 1771 del carmelita Policarpo, como parte de las Questions sur l’Encyclopédie, siendo la sección más importante de un artículo mayor titulado simplemente Clérigo. Su primer subtítulo, que leemos aquí, habla Sobre el celibato de los clérigos, esos “pobres condenados”. Un segundo subtítulo, Sobre los clérigos del secreto, que desde entonces se han convertido en secretarios de estado y ministros, fue agregado en 1774.
Estas Cuestiones se publicaron entre 1770 y 1772; contienen artículos nuevos y también nuevas versiones de algunas cosas publicadas desde 1764 en su Diccionario Filosófico Portátil, que en su segunda edición, revisada y aumentada, ya no cabía en ningún bolsillo. En sus últimos años, Voltaire combinó estas sus dos grandes obras del mismo estilo filosófico, que organizaban sus artículos en forma alfabética; y luego de su muerte (1778) el menjunje fue profundizado por algunos editores con textos inéditos, manuscritos y otras obras menores, todo bajo el título de Diccionario Filosófico — lo de portátil se perdió para siempre.
Pero dejemos estas pequeñeces por lo que es de verdad importante: el tema del celibato en la Iglesia católica, debatido sin parar durante siglos, que seguro serán milenios.
Como el tema era picante, Voltaire no podía dejarlo de lado. Si Montesquieu escribió que “la ley del celibato podría ser perjudicial donde el clero fuese demasiado numeroso”, y por esto se metió en problemas con el clero, y tuvo que escribir una defensa diciendo que había sido sacado de contexto con esa frase, explicando que en otros lugares de su obra escribía que está de acuerdo con el celibato religioso, y que no está de acuerdo con el celibato por libertinaje —celibato entendido como soltería—; si Montesquieu rehúye la polémica, Voltaire no teme meterse en problemas con el clero. Dos décadas después, escribió sobre el celibato en la Iglesia romana, desde cuándo es que se pidió, y las costumbres de algunos obispos y Papas que decidieron obviar o saltarse la norma.
Voltaire dice que con este artículo no intentaba polemizar sino relatar la realidad, nosotros diremos lo mismo.
Autor: Voltaire
Libro: Preguntas Sobre la Enciclopedia / Diccionario Filosófico (1770 - 1772)
Del celibato de los clérigos
Se pregunta si en los primeros siglos de la Iglesia se permitía el matrimonio a los clérigos, y en qué momento se prohibió.
Se reconoce que los clérigos, lejos de estar comprometidos con el celibato en la religión judía, fueron, por el contrario, todos inducidos a casarse, no sólo por el ejemplo de sus patriarcas, sino por la vergüenza asociada a vivir sin descendencia.
Sin embargo, en los tiempos que precedieron a las últimas desgracias de los judíos surgieron sectas de rigurosos esenios, judahitas, terapeutas, herodianos; y en algunas de éstas, como las de los esenios y terapeutas, los más devotos no contraían matrimonio. Esta continencia era una imitación de la castidad de las vestales establecidas por Numa Pompilio, de la hija de Pitágoras que instituyó un convento, de las sacerdotisas de Diana, de la Pitia de Delfos, y más antiguamente de Casandra y Crisipo, sacerdotisas de Apolo, e incluso de las sacerdotisas de Baco.
Los sacerdotes de la diosa Cibeles no sólo hacían voto de castidad, sino que por miedo a violar sus votos, se castraban y se hacían eunucos.
Plutarco, en su octava cuestión de sobremesa, dice que en Egipto hay colegios de sacerdotes que renuncian al matrimonio.
Los primeros cristianos, aunque profesaban una vida tan pura como la de los esenios y los terapeutas, no estimaron el celibato como una virtud. Ya hemos dicho antes que casi todos los apóstoles y discípulos estaban casados. San Pablo escribe a Tito[1]: “Escoge para sacerdote a uno que tenga una sola mujer e hijos fieles, no acusados de lujuria”. Lo mismo dice a Timoteo[2]: “Que el supervisor sea marido de una sola mujer”. Parece dar tanta importancia al matrimonio que en la misma carta a Timoteo dice[3]: “Si la mujer prevarica, se salvará teniendo hijos”.
Merece gran atención lo que sucedió, con respecto a los sacerdotes casados, en el famoso Concilio de Nicea [año 325]. Algunos obispos, según el informe de Sozomeno y Sócrates de Constantinopla[4], propusieron una ley que prohibía a los obispos y sacerdotes tocar a sus esposas; pero San Pafnucio el Mártir, obispo de Tebas en Egipto, se opuso enérgicamente, diciendo que “dormir con la esposa de uno es castidad”; y su opinión fue seguida por el concilio. Así lo informan los historiadores Suidas, Gelasio, Ciciceno, Casiodoro y Nicéforo Calixto.
El concilio únicamente prohibió a los eclesiásticos tener en sus casas agapetas y otras asociadas; aparte de sus propias esposas, podían tener a sus madres, hermanas, tías y ancianas más allá de toda sospecha.
A partir de entonces, el celibato fue recomendado pero no ordenado. San Jerónimo, que era devoto de la soledad, de todos los Padres fue el que más elogió el celibato de los sacerdotes: sin embargo, más tarde tomó el lado de Carterio, obispo de España, que se casó dos veces. “Si quisiera nombrar”, dice, “a todos los obispos que se han casado por segunda vez, encontraría más de los que había en el Concilio de Rímini [año 359].”[5] Tantus numerus congregabitur ut Riminensis synodus superetur.
Los ejemplos de clérigos casados y viviendo con sus esposas son innumerables. Sidonio, obispo de Clermont en Auvernia en el siglo 5, se casó con Papianilla, hija del emperador Avitus; y la casa de Polignac ha reclamado descendencia de él. Simplicio, obispo de Bourges, tuvo dos hijos de su esposa Paladia. San Gregorio de Nacianzo era hijo de otro Gregorio, obispo de Nacianzo, y de Nonna, de la que este obispo tuvo tres hijos, a saber: Cesáreo, Gorgonia y el santo.
En el decreto romano, en el canon Osio, hay una lista muy larga de obispos que eran hijos de sacerdotes. El mismo Papa Osio[6] era hijo del subdiácono Esteban, y el Papa Bonifacio I hijo del sacerdote Gioconda. El Papa Félix III era hijo del sacerdote Félix, y él mismo se convirtió en bisabuelo del Papa Gregorio Magno. Juan II tuvo por padre al sacerdote Proyecto, y Agapeto al sacerdote Gordiano. El Papa Silvestre era hijo del Papa Hormisdas. Teodoro I nació del matrimonio de Teodoro, Patriarca de Jerusalén, lo que reconcilió a las dos Iglesias.
Finalmente, después de haberse celebrado en vano más de un concilio sobre si el celibato debía acompañar siempre al sacerdocio, el Papa Gregorio VII excomulgó a todos los sacerdotes casados [siglo 11], bien para hacer más respetable la Iglesia mediante una disciplina más rigurosa, bien para unir más estrechamente a la corte de Roma a los obispos y sacerdotes de otros países, que no tendrían otra familia que la Iglesia. Esta ley no se estableció sin grandes contradicciones.
Es una cosa muy notable que el Concilio de Basilea [año 1431] habiendo depuesto, al menos de palabra, al Papa Eugenio IV, y elegido como sucesor a Amadeo de Saboya, varios obispos objetaron que este príncipe había estado casado; pero Eneas Silvio, que después fue Papa bajo el nombre de Pío II, apoyó la elección de Amadeo con estas mismas palabras: Non solum qui uxorem habuit, sed uxorem habens potest assumi. “No sólo el que ha estado casado, sino el que está casado, puede ser Papa”.
Pío II fue coherente. Lean sus Cartas a su amante en la colección de sus obras. Estaba convencido de que es una locura querer defraudar a la naturaleza, que es necesario guiarla y no tratar de destruirla.[7] [8]
Sea como fuere, desde el Concilio de Trento [1545 a 1563] ya no hay disputa sobre el celibato de los clérigos en la Iglesia Católica Romana; sólo hay deseos. Todas las comuniones protestantes se han separado de Roma por este artículo.
En la Iglesia griega, que hoy se extiende desde las fronteras de China hasta el cabo de Matapán, los sacerdotes se casan una sola vez. En todas partes las costumbres varían, la disciplina cambia según las épocas y los lugares. Aquí nos limitamos a relatar, y nunca a polemizar.
[Notas del autor]
1:5-6 ↩︎
I, 3:2 y 3:12 ↩︎
2:15 ↩︎
Sozom., libro 1; Soc., libro 1. ↩︎
Carta 67 a Océano ↩︎
Nota de Conectorium: Osio, obispo de Córdoba, quien convocó al Concilio de Nicea, el primero de la Iglesia Católica, con apoyo del emperador Constantino I. ↩︎
Complementar con el artículo Onán, onanismo. [Nota de Conectorium: Onán es un personaje del Génesis, y de él deriva el término onanismo, que se entiende como masturbación o coitus interruptus. Al inicio de ese capítulo, Voltaire lo vincula con el del Amor socrático.] ↩︎
Nota de Conectorium: En un manuscrito no publicado, que luego de la muerte del autor quedó en poder de Catalina la Grande, Voltaire escribió: “Es una de las supersticiones de la especie humana el haber imaginado que la virginidad podía ser una virtud”. ↩︎
Complementar con:
#solo en conectorium
#francés
#celibato
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