Viví y dejá a vivir (o, no nos pidan un líder) *
El poder político, como el arte, sigue al poder económico. Donde hay plata, hay poder.
El mundial de Qatar, con todos sus cambios y contrastes culturales, no se podría haber hecho si Qatar no fuera un estado riquísimo. Están, literalmente, comprando influencia política donde pueden.
La China recuperó su nivel de potencia gracias a su poder económico. La India sigue el mismo camino. Estados Unidos hizo lo propio hace dos siglos. La brújula del poder apunta donde hay dinero. Así le arrebató La Paz a Sucre la condición de capital de Bolivia, y ahora se le pide a Santa Cruz que haga lo propio: que ahora que tiene el poder económico, le arrebate el liderazgo político a La Paz.
“Que construya patria”, “que presente un proyecto inclusivo”, “que, por primera vez, vea a Bolivia como un todo”. Santa Cruz es como ese muchacho que siempre quiso un asiento en la mesa de los grandes, y dirigir la empresa, y ahora le están diciendo: “a ver, dale”.
Pero cabe otra posibilidad. A ningún propulsor de esta teoría se le ha ocurrido parar a pensar que, en la práctica, quizás, Santa Cruz no quiere hacerlo. Que quizás Santa Cruz no quiere construir patria. Que quizás Santa Cruz no quiere los quilombos y disturbios sociales merodeando mensualmente por sus anillos. Que, quizás, sólo quiere work hard y play hard. Quizás a Santa Cruz no le interesa el poder político. Es la única razón que justifica que no lo tome, o que no haya logrado imponer un presidente en la Federación Boliviana de Fútbol con la mitad más uno de los votos de la liga profesional. Quizás esta no es una oportunidad que buscaba, ni que planificó, y simplemente le llegó de golpe. Quizás desea, por paz mental, en el fondo de su corazón, que la capital política siga siendo La Paz.
La oportunidad le llegó, incluso, dicen, “a pesar de sus líderes”. A pesar de no haber construido liderazgos nacionales, y de haber tenido localmente líderes paupérrimos, que no nos cansamos de criticar (y esto es clave). Aún así, como un tren con un mal conductor, pero que tiene las rieles marcadas para un largo camino sin escalas y que avanza a una velocidad estable, el ferrocarril sigue andando por el destino obligatorio. Al paso que va, difícil que se salga.
Se le pide a Santa Cruz que proponga líderes, que genere líderes, que intente tener un presidente de Bolivia. Sin darse cuenta, bolivianos le piden a Santa Cruz que cometa un pecado capital: que entrone un caudillo. No es lo mismo liderazgos que caudillismo. No es lo mismo líderes que gente con alma de rey o de príncipe. En Santa Cruz a esta gente se los detesta.
¿Cuál es el afán, que no es solamente boliviano (porque nada pasa “solamente aquí”, ni “solamente en esta era”), de creer que se necesita un mesías, un iluminado, un caudillo para liderar y salvar las papas? ¿De que una nación necesita un Papa? A veces se necesitan gallitos, a veces leones, y siempre tontos útiles, pero ¿cómo es posible que no se den cuenta que es un error que haya una persona con tanto poder? ¿De que donde hay poder es inevitable que haya abuso de poder y corrupción? Y a más poder, más abuso, más corrupción. Está escrito en el código de la naturaleza humana. ¿Somos tan ciegos? O al menos parece que no queremos ver.
Es el colmo ver que un pueblito que tiene baches en la carretera o pocos ítems de salud o educación, hace un bloqueo y le pide al presidente que lo arregle. ¡Al presidente! Fallas en el desayuno escolar, que lo arregle el presidente. Se duplica el costo de retirar dólares del Banco Central, hay que hablar con el presidente. Falta agua en una población, “presidente, arréglenos el problema”. Hay alguien preso que se tiene que liberar, que lo sepa el presidente. Se necesita una ley de censo, resulta que para que el Instituto Nacional de Estadística haga lo único que tiene que hacer, tiene que ser con una orden y con la venia del presidente. Y lo peor de todo, es que le exigimos hasta que no suba el precio de la ropa usada al presidente porque el tipo tiene el poder y la potestad de lograrlo. Se le pide de todo porque nos ha hecho saber que es el monarca de la voluntad nacional.
No tendremos monarquía, pero lo que elegimos es reyes. Príncipes que manejan el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Príncipes que no leyeron ni a Maquiavelo, ni a Sun Tzu (porque no saben nada de solucionar y ganar conflictos), ni a Confucio (porque no tienen nada de caballeros), ni a Marco Aurelio (porque no tienen ni un pelo de conciencia, pudor y virtud), ni a Dante (porque no se saben personajes del infierno), ni a Shakespeare (porque no se saben personajes de tragedias y comedias), ni a Cervantes (porque no se saben que viven en su mundo de ilusiones), ni a Hannah Arendt (porque no conocen nada de historia política).
Pero eso es pedirles mucho, porque no han leído ni su propia historia. ¿Cómo pueden conocer la esencia de su pueblo si no han leído su historia? ¿Si no observan a la gente? ¿Cómo pueden pretender que van a saber gobernar si no saben leer? ¿Cómo pueden pretender decirle a otros qué hacer si no se conocen ni a sí mismos? Pero esto es pedirles mucho. No han leído siquiera ni un libro de algún vende-humo contemporáneo sobre management, imaginate pensar que han leído algo de historia o política. No han manejado nunca una empresa, imaginate pensar que van a poder manejar un Estado. Son príncipes maniáticos del poder total que hacen micro-management de todas las instancias, que firman hasta los títulos de propiedad. Nada sucede sin que asientan con la cabeza. No hay instituciones, no hay independencia, no hay continuidad. Pobre de vos que hayás logrado algo en el gobierno anterior, o en el anterior anterior (que además es el mismo), hay que hacerlo aprobar de nuevo.
Lo que se necesita no es un líder, sino un país que prescinda de ellos. Como el Perú, que funciona sin gobierno. Como el Reino Unido, que funciona sin gobierno. Como Suiza, que sabrá Dios quién es el presidente, o si acaso esa es la máxima figura en su sistema político. No es un sistema sólido el que tiene a la misma gente a cargo durante dos décadas (el 10% de la historia republicana, para que tengás más contexto y noción de esta barbaridad).
Los sistemas sólidos avanzan porque tienen continuidad. Porque tienen comités, instituciones, cadenas que hacen las cosas sin importar quién es el capitán del barco. Porque son descentralizados, porque la solución es local, porque funciona el principio de subsidiariedad: “un asunto debe ser resuelto por la autoridad más próxima del tema a resolver”. Eficiencia, eficacia, la antítesis de la burocracia y de los rent-seekers.
Los mejores árbitros son los que pasan desapercibidos. El mejor gerente no es el que busca palestra sino el que hace su trabajo. Lo mismo el mejor presidente. El mejor presidente, además, no es el que se quiere quedar, sino el que quiere hacer lo que tiene que hacer —con sentimiento de deber— y que después quiere irse. Pero de verdad, al campo, a su chaquito, no a querer mover los hilos del teatro detrás y de frente.
Si el sistema cruceño funciona —y sabemos bien que funciona porque es acá donde se vienen a vivir, y no al revés; tendrá sus fallas, pero la realidad es esa, y la realidad mata cualquier cuentito y cualquier narrativa—, si Santa Cruz avanza a pesar de los ignorantes de turno, es porque es un sistema sólido, que creció sin pedirlo, a punta de unos cuantos valores de respeto, libertad y trabajo.
Y si se puede gritar a los cuatro vientos que “no hay respeto ni libertad”, que “es un sistema patronal”, que “se obliga a la gente a parar” y demás cuentos; si se lo puede criticar abiertamente y uno no va preso ni pierde su calidad de cruceño, es precisamente porque es un sistema libre. Si a Estados Unidos y al sistema occidental ahora se lo critica abiertamente y con fervor, y se conocen todas sus fallas, y se explota la narrativa de sus fallas, es precisamente porque es un buen sistema. En Rusia, no se puede criticar. En Qatar, no se puede criticar. En Irán, tampoco. En El Salvador, tampoco. En Nicaragua, peor. En el Chapare, no se puede criticar. Tampoco en El Alto. Y los que viven en La Paz y quieren criticar en paz se mudan a Santa Cruz.
Y acá todos los bolivianos pueden celebrar sus fiestas cerrando el segundo anillo, a veces hasta en la plaza central, y nadie los corre a palos. ¿Vos te imaginás un festival de la Virgen de Cotoca o un 24 de septiembre en El Prado o en la Ceja de El Alto? Vos te imaginás un cerco cruceño a La Paz? ¿A Potosí? Nos cuelgan al día siguiente. ¿Vos te imaginás al presidente de la CAO pidiendo la renuncia en 72 horas del gobernador de La Paz? ¿O al presidente de la Feria diciendo que los potosinos tienen 72 horas para abandonar el país? No sólo eso, para “volverse a su país” (porque, vaya comedia, resulta que todos nosotros venimos de Croacia y de Yugoeslavia). ¿O te imaginás al presidente de Fedeple diciendo que se va a generar hambruna en Oruro “para que aprendan”? ¿O a la asociación de comparsas cruceñas diciendo que va a movilizar a veinte mil personas para “poner en su sitio” a las autoridades de Cochabamba para que paren su reclamo? ¿O te imaginás al presidente de Cainco pidiendo una parte de los ingresos de las minas de Potosí, diciendo que “nosotros las hicimos” y que “somos los dueños”?
Y, ¿acaso sabés quién es el presidente de Fedeple, de la CAO, de la Feria, de Anapo, de la ACCC y de Cainco? ¿Sabés quiénes eran los de antes? ¿Sabés el nombre de los últimos presidentes del Comité Pro Santa Cruz que hubieron entre Costas y Camacho? Pará, te pido una más fácil: ¿quién fue el prefecto de Santa Cruz antes de Rubén Costas? ¿Quiénes los tres anteriores? Antes de la saga de los Fernández, ¿quiénes fueron los alcaldes de Santa Cruz? No sabés porque no importa. No importa quién sea, lo que importa es la solidez de esas instituciones. Lo que importa es que no importa, ahí está la información.
Y a ninguno de ellos se les va a ocurrir meterse en asuntos de otros departamentos.
Uno: porque nos linchan y nos amenazan con matarnos y expulsarnos, porque por supuesto que el regionalismo es más fuerte contra Santa Cruz, y no al revés, como nos venden, como te quieren hacer creer a vos amigo que criticás a esta tierra y su gente sin vivir acá. Si acá hay un regionalismo es una respuesta a toda la sarta de barbaridades que nos tenemos que comer sobre lo que dicen que hay aquí. Tantas sandeces nos dicen, que ya no podemos tomarlas en serio. Las hacemos chiste. Son tantas las pelotudeces, que no nos queda más que reír. Hacemos comedia de lo que piensan que es una tragedia. Hacemos fiesta de cualquier problema. Y parece que eso corroe. La felicidad y el progreso ajeno parecen ser el peor castigo para el enemigo. Y aquí, que esa habilidad fluye por nuestra sangre, esto nos ha convertido en expertos para enojar opas. Y si se enojan, no nos importa.
Dos: no nos metemos en asuntos ajenos porque no nos importa. A ver, sí nos importa saber el chisme (somos chismosos), pero no se nos ocurre cometer la estupidez y la injerencia de meternos activamente en sus vidas. Nos gusta mirar de palco y comentar. Y si Sucre decide parar sus actividades, no nos importa, y quizás ni nos enteramos. Si para Potosí, no nos importa. Si a los ponchos rojos los gasifican en la Plaza Murillo —esos ponchos rojos que amenazaron con venir de a miles a agarrarnos a chicotazos, ¡háganme el favor!—, la verdad es que no nos importa. Sólo nos importa si hay un problema de humanidad, que eso nos conmueve, y sacamos lo que tengamos del bolsillo para ayudar. Y también nos importa si nos toca el bolsillo, como a cualquiera. Por lo demás, que nos dejen tranquilos, y que nos traten como los tratamos acá, con respeto, con los brazos abiertos, con agradecimiento por traer su trabajo, su arte, su plata, sus negocios, sus manos, su tiempo, sus cerebros a Santa Cruz.
A Santa Cruz, sorry not sorry, no le interesa el poder nacional (y encima que ya lo tiene). No le pidan que haga lo que no quiere. No le pidan que cometa un pecado y una cosa que va contra su esencia. No tiene buenos líderes porque su modelo es sólido, porque no necesita caudillos de largo plazo. Es como TikTok y no como Twitter. Ahora resulta que en Twitter se le exige al CEO, al tipo más rico del mundo, taggeandolo y avisándole, que le verifique a uno —que es un pinche usuario del twitterverso— su cuentita. Hay un problema con el servidor, que lo arregle Elon Musk. No andan las notificaciones, que lo arregle Elon. Un botón de editar tuits, que lo autorice el Musk God. Y en Facebook, si pasa algo, todo tiene que pasar por el escritorio de su niño dios Zuck. Pero en TikTok, ¿quién es el CEO de TikTok? Sólo lo saben los dioses chinos, pero es la red social que más crece. ¿Y quiénes eran los dueños de Instagram y Whatsapp antes de que los compre Meta? ¿Y el de Netflix? ¿Le reclamas a él por la mediocridad o falta de rigurosidad en el contenido? ¿A quién le reclamás si no llega tu pedido en PedidosYa? ¿Al gerente? ¿Y quién es el CEO de Microsoft? ¿Y por qué no le pedís a él que te arregle la compu cada vez que se te cuelga? Porque la empresa tiene instancias de solución, soporte, porque es un sistema sólido.
¿Se entiende?
Mamá Natura crea lo que ve necesario. Un pueblo caudillista se hizo así porque sin mesías no sabe qué hacer y se ve perdido, porque necesita de un macho alfa o de un pastor para sus ovejas. Acá habrán varios que se hacen los alfa, y habrán muchas quejas de machismo, pero es el menos machista de los departamentos de Bolivia. Y si Mamita Natura, aka la Divina Pachamama, no creó una buena escuela de caudillos, es porque, por historia y por cultura, no los necesitamos. Que no significa que no los hayan habido, sino que no son necesarios, o que son reemplazables. Porque si no era uno, iba a surgir otro: lo que importa es el sentimiento que hierve la caldera desde abajo. No se tira desde arriba, sino que se empuja desde abajo, desde cabildos (acá tenemos cabildos desde siempre). Hoy por hoy, tenemos un modelo sólido que avanza movido por la mano invisible y no por andar jugando al mono mayor. Y menos mal, porque lo contrario es insostenible. “Tenemos malos líderes”, “no tenemos estrategia”, y aún así el modelo funciona, entonces vamos bien.
Tenemos un buen modelo en el que varias cabezas piensan mucho mejor que una. Dejen de pedirle a Santa Cruz lo que no quiere, y lo que no sabe hacer. Déjenlo hacer lo que sabe hacer. Déjenlo ser lo que quiere ser. Y dejen de pensar que no tiene poder político, porque ya lo tiene. Y está en sus calles, y está en sus cabildos, y está en la masa de su gente que no quiere quilombos mensuales y que no se le cruza por la cabeza ir a obligar al vecino a hacer lo mismo que uno, porque, mientras no lo joda, no le importa.
Viví y dejá vivir, no te jodo y no me jodás; esa es nuestra filosofía. Y si SCZ va a proponer un modelo político, es ése, uno donde el presidente no tenga poder, donde no se pueda reelegir y busque largo plazo y continuidad. Uno donde las cosas funcionen a pesar de las manos largas de turno, donde el que se quiera mandar la parte, imponerse y hacerse el vivo sea visto con desprecio y sea motivo de burla. Donde los bufones sean reconocidos como bufones. Ya tenemos nuestros propios circos y no necesitamos uno más.
No nos pidan, por favor, hacernos cargo del zoológico político, que si no tenemos buenos políticos es porque casi nadie se quiere meter ahí. El costo de oportunidad es muy grande. Pocos quieren mancharse, y hay mejores oportunidades para crear impacto, generar trabajo, y ganar plata. A nadie de buena fe en este pueblo se le ocurre la idea de vivir del Estado, o robando en el Estado. Esa gente aquí no es bien vista, a diferencia de otros departamentos. Nadie aquí disfruta del que cobra la coima puntualmente cada mes, y hasta con QR. Nuestra picardía de naturaleza es otra (que no quiere decir que esa no exista, pero no la inculcamos).
Viví y dejá vivir, ¿se entiende? Si no lo entendés, te invito, porque parece que opinás mucho sin haber vivido en esta tierra. Vení, que acá hay lugar para todos. Vení que te curamos de tus ideologías. Vení porque aquí sí que somos millones. Y si nos vamos no vamos a volver. Nada nos gusta más que la idea de la libertad para poder seguir haciendo lo que nos hace sentirnos bien.
Santa Cruz, 22 de noviembre de 2022.