Umberto Eco: Cuando decir es hacer
Un marciano diría que las palabras cuentan poco, que en Italia jugamos con ellas mientras alrededor se cortan cabezas y se hacen saltar por los aires trenes y hoteles. Pero usar una palabra en lugar de otra cuenta mucho. «guerra civil = ciudadanos que hablan la misma lengua se disparan entre sí»
Umberto Eco nació un 5 de enero hace 90 años, en Alessandria, Italia. “Poco antes de dejarnos, seleccionó personalmente una serie de artículos que publicó en prensa a lo largo de quince años”, según lo escrito en la contratapa del libro que reúne la colección, escrito en italiano, y que lleva por título De la estupidez a la locura. ¿Hace falta añadir algo más? El libro se publicó en 2016 de forma póstuma, al poco tiempo de su fallecimiento, en Milán, en febrero de 2016.
Lleva por subtítulo Crónicas para el futuro que nos espera y también Cómo vivir en un mundo sin rumbo. Llegó al español en octubre de ese mismo año en la traducción de Helena Lozano Miralles y Maria Pons Irazázabal. Está dividido en 15 capítulos que no están numerados. Hoy sacamos una sección de La Buena Educación. El artículo en cuestión se publicó el año 2004 y se llama Cuando decir es hacer. Y esto, con la guerra, que es el tema que nos toca tocar, ¿qué tiene que ver?
Empecemos por el principio. La RAE define “guerra” como “desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias”, y también como “lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación”. No confundamos “bando” con “banda”, porque varias bandas pueden pelear para el mismo bando. Ahora, cuando la lucha es entre dos bandos de una misma nación, recién ahí estamos hablando de “guerra civil”, “guerra que tienen entre sí los habitantes de un mismo pueblo o nación”. ¿Qué pasa cuando la guerra civil termina en secesión? La historia la contará como una guerra de independencia.
Ahora bien, ¿cuándo hay “resistencia”? Porque en algunos países que coquetean hoy en día con la guerra civil, se escucha y se lee sobre la creación de una “resistencia” para defender a un bando atacado (lo contrario no tendría sentido). Esta resistencia, que lleva en su seno la organización y coordinación de varias bandas, ocurre, según don Umberto, cuando el atacante es extranjero. Dejemos los conceptos claros antes de entrar en materia, para no estar haciendo eco de tecnicismos exagerados o que no tienen sentido.
Hablar de “masacre” cuando lo que ha habido es una represión policial, pero sin ningún muerto; hablar de “golpe de estado” cuando lo que hubo fue una sucesión constitucional; hablar de “intento de golpe de estado” cuando lo que hubo fue una banda de unos cuántos locos sin plan ni respeto por la ley que sólo querían destrozar edificios institucionales por su impotencia e incapacidad de aceptar la realidad; hablar de que una serie de abusos policiales y abusos de la ley “borran de un plumazo logros históricos”; exagerar en el uso del lenguaje, tergiversar los hechos, tratar de imponer narrativas, usar mal las palabras, todo esto no hace más que dañar al movimiento. Lo hace quedar de mentiroso o, mínimo, de histérico. Hay que recordar que todo lo que uno diga puede ser usado en su contra, y también recordar la fábula del pastorcito mentiroso, porque cuando venga el lobo de verdad, ya nadie le creerá. Todos conocemos a alguien que se queja, se queja y se queja, que constantemente se victimiza, y que cuando le pasa algo realmente serio no recibe la ayuda propicia, víctima de su reputación.
Además, añade Eco, la importancia de usar bien los términos técnicos radica en que “elegir el nombre equivocado puede parecer reconfortante, pero induce a elegir remedios equivocados... habría que usar los términos técnicos cuando es preciso, sin sucumbir a pasiones o chantajes.” Los puntos están sobre las íes, o al menos eso esperamos después de este texto de Umberto Eco, quien “pertenece a esa reducida clase de eruditos que son enciclopédicos, perspicaces y amenos” (según Taleb).
Autor: Umberto Eco
Libro: De la Estupidez a la Locura (2004 y 2016)
La Buena Educación
Sección: Cuando decir es hacer
En el último número del semanario L’Espresso, Eugenio Scalfari, decano del periodismo italiano, cerraba su columna escribiendo: «Está prohibido hablar de resistencia iraquí so pena de pasar por facciosos o imbéciles». Te dices: el exagerado de turno. Y, en cambio, ese mismo día en el Corriere della Sera el editorialista Angelo Panebianco escribía: «“los resistentes”, como los llaman algunos despreocupados occidentales». Un observador marciano diría que en Italia estamos jugando con las palabras mientras a nuestro alrededor se cortan cabezas y se hacen saltar por los aires trenes y hoteles.
El marciano diría que las palabras cuentan poco, ya que ha leído en Shakespeare que una rosa seguiría siendo una rosa con cualquier otro nombre. Y, aun así, usar una palabra en lugar de otra cuenta mucho. Está claro que algunos de los que hablan de resistencia iraquí pretenden sostener la que consideran una guerra del pueblo; por su parte, otros parecen sobrentender que darles el nombre de resistentes a unos degolladores significa enlodar nuestra Resistencia contra el nazi-fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Lo curioso es que una gran parte de los que consideran escandaloso usar el término «resistencia» son precisamente los que desde hace tiempo intentan deslegitimar nuestra Resistencia, pintando a los partisanos como a una banda de degolladores. Paciencia. El hecho es que se olvida que «resistencia» es un término técnico y no implica juicios morales.
Ante todo, está la guerra civil, que se produce cuando ciudadanos que hablan la misma lengua se disparan entre sí. Fue guerra civil el levantamiento vandeano[1], lo fue la guerra de España[2], lo fue nuestra Resistencia, porque había italianos en ambos bandos[3]. Salvo que lo nuestro fue también un movimiento de resistencia, dado que se indica con este término la insurgencia por parte de los ciudadanos de un país contra una potencia ocupante. Si, tras los desembarcos aliados en Sicilia y en Anzio, se hubieran formado bandas de italianos que atacaban a los angloamericanos, se habría hablado de resistencia, también por parte de los que consideraban que los Aliados eran los «buenos». Igualmente, el fenómeno del bandolerismo en la Italia meridional del siglo XIX fue una forma de resistencia filoborbónica[4], con la salvedad de que los piamonteses («buenos») [Reino de Piamonte-Cerdeña (capital: Turín).] liquidaron a todos los «malos», que ahora ya solo recordamos como bandoleros. Por otra parte, los alemanes llamaban a los partisanos «bandidos».
Nota de Conectorium: Guerra de la Vendée, 1793-1796, entre el ejército de la Primera República Francesa y los insurgentes realistas chuanes y vandeanos, que conformaban el Ejército Católico y Real. ↩︎
Nota de Conectorium: 1936-1939, entre el bando republicano de la Segunda República y el bando sublevado o nacional, con Francisco Franco como caudillo. ↩︎
Nota de Conectorium: 1943-1945, Resistencia italiana o partisana contra el fascismo y la ocupación nazi. Guerra civil contra los fascistas italianos de la República Social de Mussolini. ↩︎
Nota de Conectorium: los que luchaban contra los que apoyaban la política de los Borbones, españoles gobernantes del Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia). ↩︎
Raramente una guerra civil adquiere dimensiones campales (pero sucedió en España) y suele tratarse de una guerra de bandas. Y guerra de bandas es asimismo un movimiento de resistencia, hecho de ataques relámpago. A veces en una guerra de bandas se inmiscuyen también los «señores de la guerra» con sus bandas privadas, e incluso bandas sin ideología que se aprovechan del desorden. Ahora bien, la guerra en Irak parece tener aspectos de guerra civil (hay iraquíes que matan a otros iraquíes) y de movimiento de resistencia, con la añadidura de todo tipo de bandas. Estas bandas actúan contra los extranjeros, y no importa si estos últimos están del lado de la razón o no, y ni siquiera si han sido llamados y acogidos con favor por una parte de los ciudadanos. Si los locales combaten contra tropas ocupantes extranjeras, tenemos resistencia, y punto.
Por último, tenemos el terrorismo, que tiene otra naturaleza, otros fines y otras estrategias. Ha habido, y en parte sigue habiendo todavía, terrorismo en Italia, sin que haya ni resistencia ni guerra civil, y hay terrorismo en Irak, que pasa transversalmente entre bandas de resistentes y bandos de guerra civil. En las guerras civiles y en los movimientos de resistencia se sabe quién es y dónde está (más o menos) el enemigo; con el terrorismo no: el terrorista puede ser incluso ese señor que se sienta a nuestro lado en el tren. Lo cual significa que guerras civiles y resistencias se combaten con choques directos o rastreos, mientras que el terrorismo se combate con servicios secretos. Las guerras civiles y las resistencias se combaten in situ, el terrorismo se debe combatir en cualquier lugar, allá donde los terroristas tengan sus santuarios y sus refugios.
La tragedia de Irak es que allí hay de todo, y puede suceder que un grupo de resistentes use técnicas terroristas, o que los terroristas, a los que desde luego no les basta con echar a los extranjeros, se presenten como resistentes. Esto complica las cosas, pero negarse a usar términos técnicos las complica aún más. Supongamos que alguien, considerando Atraco perfecto una película buenísima, donde también los malos eran simpáticos, se niegue a llamar atraco a mano armada el asalto a un banco y prefiera hablar de robo con destreza. Pues bien, el robo con destreza se combate con algún agente de paisano que hace la ronda en las estaciones y en los lugares turísticos, con conocimiento previo de los pequeños profesionales locales, mientras que para defenderse de los atracos a los bancos contra enemigos aún desconocidos son necesarios caros sistemas electrónicos y cuerpos especiales de operaciones. Por lo tanto, elegir el nombre equivocado puede parecer reconfortante, pero induce a elegir remedios equivocados. Creer que se puede combatir a un enemigo terrorista con los rastreos con los que se suelen combatir los movimientos de resistencia es una pía ilusión; pero creer que los ataques de guerrilla se combaten con los métodos que se deberían usar con los terroristas también es una equivocación. Así pues, habría que usar los términos técnicos cuando es preciso, sin sucumbir a pasiones o chantajes.
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