Tiempos de paz con Sara Gallardo, Josef Popper y Einstein
Los Estados que usan a sus ciudadanos para fines bélicos sin ofrecerles lo necesario para vivir en tiempos de paz son inmorales. Nadie debería estar obligado a participar en un acto bélico: cualquiera es libre para morir por sus ideales, pero nadie debe morir por los ideales de otros.
Toda guerra tiene su tiempo de otium (ocio), palabra latina originada en el siglo 2 antes de Cristo como concepto militar para describir el aburrimiento de los soldados cuando no tenían nada que hacer en “tiempos de paz” ✌.️ Hay un dicho, a veces mal atribuido a Einstein y del que todavía no doy con el origen, que dice que “la paz es la ausencia de guerra”; varios han refutado o ensanchado el dicho, desde Eisenhower hasta Martin Luther King, desde Reagan hasta Obama, pasando por el Papa Francisco, llevando un concepto técnico al arte de la retórica y la propaganda. Pero no nos detengamos en tecnicismos, sino que disfrutemos este momento de ocio, este tiempo de paz en esta mini-serie sobre la guerra (civil).
Tuvimos en la última lectura a Einstein haciendo activismo por el pacifismo, escribiendo en contra del “servicio militar obligatorio en tiempo de paz” como protesta, como rebelión, como táctica (¿quizá utópica?) para detener la escalada de violencia y guerras entre países. Esto lo escribía en su colección titulada Mi visión del mundo, donde existe un artículo cortito sobre un personaje casi desconocido para nosotros los mortales:
Autor: Albert Einstein
Libro: Mi Visión del Mundo (1931)
Josef Popper-Lynkeus
Fue más que un inteligente ingeniero y escritor: perteneció al reducido número de personalidades en las que se materializa la conciencia de una generación. Nos ha enseñado que la sociedad es responsable del destino de un individuo y nos ha mostrado el camino a seguir para realizar este deber. El Estado no era para él un fetiche. Basaba el derecho del Estado a exigir sacrificios de un individuo únicamente en el deber que la sociedad tiene de posibilitar a la personalidad individual un desarrollo armónico.
“La inmoralidad de los Estados que utilizan a sus ciudadanos para fines bélicos sin ofrecerles lo necesario para vivir en tiempos de paz lo embanderó en contra del servicio militar obligatorio y la pena de muerte... su idea [era] que nadie debería estar obligado a participar en un acto bélico, pues «cuando reina la justicia cualquiera es libre para morir por sus ideales. Pero nadie debe morir por los ideales de otros».”
La frase y la cita le pertenecen a Sara Gallardo Drago Mitre, escritora argentina del siglo 20, una de las co-traductoras del libro de Einstein al español. Gallardo era nieta del célebre científico y canciller argentino Ángel Gallardo, bisnieta del escritor e intendente de Buenos Aires Miguel Cané, y tataranieta del presidente de la nación argentina Bartolomé Mitre, que también fue escritor y traductor. “Vaya pedigrí”, se puede pensar con justicia. Pero más justicia sería considerar a Sara (que a veces no firmaba sus artículos) por su propia obra, que poco a poco va convirtiéndose en Argentina en “literatura de culto”, aspirando al rango que tiene Clarice Lispector en Brasil y Josef Popper en el país de los intelectuales.
La traducción al español del libro de Einstein, hecha por la editorial Maxi Tusquets (1980), está trabajada en conjunto con la traductora Marianne Bübeck. Al final, hay un (necesario) Apéndice: Notas acerca del origen de los textos y de sus destinatarios. Sirve como contexto y como aclaración, y de ahí sacamos esta ilustración para continuar conociendo a Josef Popper-Lynkeus, gran amigo de Albert Einstein. También sirve para ilustrar la importancia del ilustrado Voltaire, a quien leímos en la penúltima lectura. Podemos ver también como Popper proponía, cuando las naciones-estado y la democracia apenas estaban naciendo, en los albores del siglo 20, una silueta del modelo de estado social que usan los países más avanzados de Europa (avanzados, por ponerlo de alguna manera), y esboza la cuestión del Ingreso Básico Universal (UBI por sus siglas en inglés).
Todo tipo de sistemas, los físicos y los construidos por nuestras abstracciones, tuvieron cabida en su invención. Un adelantado, “sus leyes fundamentales eran: la inviolabilidad de la vida ajena, respeto al individuo, tolerancia ante las ideas”, leyes fundamentales de cualquier sociedad que se quiera ver a sí misma como tierra de libertad y democracia. ✌.
Autora: Sara Gallardo
Apéndice a la traducción de Mi Visión del Mundo: Notas acerca del origen de los textos y de sus destinatarios (1980)
Josef Popper-Lynkeus
(Nacido en Kalin, Bohemia, en 1838; muerto en la ciudad de Viena, en 1921.)
La concepción del mundo y la importancia literaria de este talento político-social, exige una breve reseña de su vida y su obra. Su amiga la escritora Else Feldmann lo describe como «dócil y bueno como un ángel, pero con arrebatos de ira en que se encendía como fuego». La primera vez que la vio, él le preguntó si sus padres vivían, si tenían recursos y cuál era su profesión. «Popper era así. Le interesaba todo cuanto incumbía a las gentes, si tenían qué comer, que no sintieran frío en invierno, que no enfermaran, si se encontraban a gusto en su trabajo o si les alcanzaba el sueldo. En segundo lugar venían el carácter, las cualidades o los defectos». La víspera de su muerte a los ochenta y tres años, el 21 de diciembre de 1921, Else Feldmann estaba sentada junto a su lecho. Él abrió súbitamente los ojos y preguntó bromeando: «¿Cómo imagina el futuro?». Contenta por ese lapso de lucidez ella contestó: «Espero que llegue el día en que nadie pase hambre». «Sí» respondió con voz débil. «Eso sería el comienzo. Yo ni siquiera lo habré visto».
Su carrera empezó en Praga, donde escribía remites para mercancías y billetes de ferrocarril. Después fue telegrafista, hasta que pudo independizarse. Más adelante, en Viena, firmaba una columna en un periódico, informando sobre los adelantos de la ciencia y de la técnica. Estas reseñas lo mantenían hasta muy tarde en la redacción, y simultáneamente se inscribió como oyente en las clases de astronomía, matemáticas y física de la Universidad de Viena. En 1867 apareció por primera vez ante el público como descubridor. Había logrado construir un condensador de aire que se hizo mundialmente famoso, así como una caldera de evaporación auto-refrigerada, además de la formulación matemática de la influencia de la rarefacción del aire en el consumo del vapor. A los veinticuatro años ya había comunicado el principio de la transmisión de las fuerzas eléctricas a la Real Academia de Ciencias de Viena. Debido a su mala salud debió abandonar sus trabajos técnicos: casi todas las grandes torres de refrigeración de Austria se habían montado bajo su dirección personal, trabajo en que corría peligro su vida, y cuyas inspecciones cumplía en tiempos del peor calor o frío o viento.
Entonces dedicó muchos años al estudio de Montaigne, al genial físico y autor de aforismos satíricos G. Ch. Lichtenberg, a Rousseau, Schiller y Voltaire, cuya lucha contra la hipocresía lo impresionó profundamente. «Antes de él» escribió, «respiraban las gentes de Europa en densas tinieblas. Disponían solo de algunos viejos libros legados por el pasado. Entonces surgió una risa que sacudió al mundo, un rayo que estremeció el espacio, los hombres se sobresaltaron, los libros caían al suelo: Voltaire estaba allí».
Como filántropo, Josef Popper publicó dos libros bajo el seudónimo de Lynkeus: Die allgemeine Nährpflicht als Lösung der sozialen Frage (1912) (El sustento obligatorio general como solución de la cuestión social) y Das Recht zu leben, und die Pflicht zu sterben (1878) (Lo justo para vivir, la obligación para morir). El primero flagela a los partidos políticos, y plantea detalladas propuestas para resolver el problema social: «El Estado debe asegurar a todos los ciudadanos el mínimo indispensable para vivir en cuanto a alimento, vestido, techo y salud. En retribución, cada ciudadano servirá al Estado durante un lapso de tiempo determinado: catorce años los hombres y ocho las mujeres». Disponiendo estos de tiempo libre para ganar salarios que les permitan darse gustos y aprender. La inmoralidad de los Estados que utilizan a sus ciudadanos para fines bélicos sin ofrecerles lo necesario para vivir en tiempos de paz lo embanderó en contra del servicio militar obligatorio y la pena de muerte. En el segundo de estos libros expone su idea de que nadie debería estar obligado a participar en un acto bélico, pues «cuando reina la justicia cualquiera es libre para morir por sus ideales. Pero nadie debe morir por los ideales de otros».
Profundo conocedor de la cultura china, Popper proponía una purificación de la razón humana antes que cualquier religión positiva. Sus leyes fundamentales eran: la inviolabilidad de la vida ajena, respeto al individuo, tolerancia ante las ideas. Sobre la base de estas normas escribió ochenta cuentos breves y anécdotas que publicó en 1899 con el título de Fantasías de un Realista. En ellas se nota la influencia de Confucio, a quien consideraba el hombre más importante de la historia universal. El libro desencadenó escándalos que llegaron al Parlamento, y al fin fue confiscado por dos gobiernos, el austrohúngaro y el ruso «por razones de moralidad». Hasta 1922 estuvo entre los libros prohibidos. Algunos de sus relatos pacifistas se tradujeron a varios idiomas, por ejemplo «En el campo de batalla» y «Después de Austerlitz».
Casi todos estos relatos fueron escritos por Popper en sus ratos libres por la provincia austríaca, que recorría para montar personalmente sus innovaciones técnicas. Como era muy pobre, tenía que dormir en las pensiones más baratas, en cuyos insípidos y fríos cuartos escribió las narraciones que más fama le dieron.
Cf. otra sección de Mi Visión del Mundo:
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