Mary Shelley: el escape de Frankenstein
«Debes crear para mí una compañera, con la cual pueda vivir intercambiando el afecto que necesito para poder existir. Esto sólo lo puedes hacer tú, y te lo exijo como un derecho que no puedes negarme», me dijo. «Pues sí, me niego», contesté, «y ninguna tortura conseguirá que acceda».