Stefan Zweig: con Rilke y Rodin en París
En casa de Rodin me quedé cohibido. No pude dirigirle la palabra y permanecí entre las estatuas como una de ellas... Había recibido la primera lección: los grandes hombres son siempre los más amables. La segunda me enseñó que casi siempre son los que viven de la forma más sencilla.