Se hace lo que se puede *
Parte 1
A menudo se escucha esta frase siendo pronunciada con cierta congoja, con resignación, con aceptación: “se hace lo que se puede”. Y es verdad, se hace lo que se puede.
Se acepta o se rechaza una tarea, un gusto, una creencia, una idea, porque se puede. El que se da la tarde del martes libre, es porque puede. Y el que no, no. La que no necesita trabajar nunca en su vida porque vive del trust fund de su familia y se dedica a hacer arte o filantropía, lo hace porque puede. Porque los que no pueden, trabajan todos los martes de Dios y no tienen ni tiempo ni plata para altruismos. Esto es pirámide de Maslow: primero lo primero (sobrevivir), después lo demás.
La que hace activismo contra plantas nucleares lo hace porque se puede, porque sobra energía, porque cuando falta y la solución es volver al carbón, ya no se puede cerrar plantas nucleares. El que hace activismo pro socialismo o pro comunismo lo hace porque puede, en un país capitalista o en uno comunista si está metido en la rosca de la élite, porque ni bien le quitan sus bienes para que sean compartidos, se vuelve contra el régimen—“los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”, dice Maquiavelo, que hacía lo que podía.
La que come lo que quiere porque tiene una constitución física heredada que se lo permite, lo hace porque puede. El que hace lo mismo, también. El que se sale de su casa y se la hace a su pareja, también. La que hace lo mismo, también. ¿Qué? Too soon? Las cosas como son. Lo mismo con la que se viste como quiere para mostrar lo que quiera, como canta Bad Bunny: “sabe que está rica y se da guille porque puede”. Y Bad Bunny canta eso porque puede. Y se pone lo que quiere porque puede. Y hay gente que se puede poner cualquier cosa y pull it off, porque tiene buen físico, o buen gusto, o buena suerte—¡qué se yo! la cosa es que puede. (Me pongo estético porque en paralelo estoy escribiendo un contraataque al actual ataque contra la estética) Y en El Alto se pueden hacer cholets porque se puede, y dejar casas a medias para no pagar impuestos porque se puede. Y en Santa Cruz se pueden talar árboles bellos para montar un mamotreto de sucursal de banco porque pueden. Y se pueden construir edificios a lo Miami que en 10 años van a ensuciar el ambiente. Y se puede parquear en doble fila. Y si quiero meterme en contraflecha en Equipetrol es porque puedo. ¿Y qué?
Y si quiero hacer las cosas bien, también es porque puedo. Si cada emprendedor joven de este pueblo está haciendo cosas lindas y las está queriendo hacer bien, es porque aquí se puede. Y si se está trabajando en dar muy buenos servicios, es porque aquí se puede. Y si la comida está en niveles que cada vez envidian menos lo que pasa afuera, es porque se puede. Y si el monopolio de delivery puede darse el lujo de empezar a dar un mal servicio, es monopolio, puede. Y si la telefónica se dio el lujo de morirse así, lentamente, es porque era monopolio, y ya no es, y ahora no puede. Y si las logias manejaban el pueblo es porque podían. Y si “los collas se vienen” a trabajar y hacer negocios es porque aquí pueden. Y si deciden pedir independencia con más fuerza que muchos cruceños, es porque aquí pueden. Y si deciden rapear en TikTok, lo hacen porque pueden. Y si construyen edificios feos, es también porque pueden. Y si yo escribo mis propios raps aquí, o si me las doy de crítico estético de arquitectura, es porque puedo. Y el que me de palo a mí es porque puede. Si no se pudiera, sería claro indicio de que no vivimos en una sociedad con cierta libertad de expresión (y su inexorable libertinaje).
En Irán las chicas están queriendo poder mostrar la cara, y cortarse el pelo. En Rusia, los chicos están queriendo poder salir de su país para no ser reclutados para la guerra. En Ucrania están queriendo poder mantener sus fronteras. En Europa, los políticos están queriendo llegar al invierno con calefacción (y a precios sostenibles). En Inglaterra, están queriendo poder pagar sus pensiones. En Argentina, están queriendo poder tener un sólo tipo de cambio real. Y en Bolivia, estamos queriendo poder decir con certeza cuántos habitantes hay y dónde. Y si Santa Cruz para, es porque puede. Y si el gobierno no retrocede, es porque puede. Y el que no puede, huye o se esconde.
Un alcalde hace lo que le da la gana porque cree que puede, porque se olvida rapidito de lo que le pasó a sus antecesores. Los que tienen plata sucia la muestran sin pudor, sabiendo que todo el mundo sabe cómo la hacen, porque la sociedad se los permite, porque pueden. Hay quiénes dicen: “si yo robara, yo no lo mostraría así”. Brother, tenés que robar primero, después vemos. Lo mismo con los que dicen que si tuvieran un millón de dólares no se gastarían tanta plata en una vagoneta: primero hay que tener el millón de dólares. Para citar a Alejandro Dumas: “cada cual hace lo que puede. No todos poseen el secreto de los Médicis o de los Borgias”.
Lo mismo con los extranjeros que opinan sobre lo que hay que hacer en Bolivia: primero hay que vivir en Bolivia. Lo mismo con los bolivianos que opinamos sobre política en Estados Unidos y Europa: primero hay que vivir allá. Pero bueno, tenemos las herramientas para gritar lo que querramos, para decir lo que querramos, ¿por qué no lo vamos a hacer, si podemos? ¿no? Así funcionamos. ¿Por qué no voy a opinar si puedo opinar? ¿Por qué no voy a desmontar un terreno o un potrero si puedo? ¿Por qué no voy a lotear a alguien si puedo? ¿Por qué no voy a quedarme con el cambio de lo que compré en la venta o de la licitación pública, si puedo? El ser humano llega hasta donde se lo permiten sus límites, ya sean impuestos por la Naturaleza o auto-impuestos. Hace siempre lo que puede.
Vos me dirás: “seguro que ese camba puede hacer más en su trabajo”; seguro que sí, pero no se lo exigen (no se lo exigís, no se lo exijo, no se lo exigimos); entonces hace lo que puede: salirse con la suya.
Lo mismo sucede con lo que consumimos: miramos lo que se puede mirar, lo que tenemos tiempo para mirar, lo que nuestro cerebro y nuestro espíritu nos permiten mirar (sin sentirse culpable de mirar y mirar y mirar y no hacer—o no leer). Leemos lo que podemos leer. Trabajamos hasta donde podemos trabajar. Jugamos hasta donde podemos jugar. Empujamos hasta los límites. Y si alguien que nos mira de afuera piensa que podemos empujar más allá, desconoce el juego de voluntades. “Hicimos lo que pudimos”. Sure, bro; no me queda duda; no podías dar más, ni vos ni nadie te lo exige. “Hicimos lo que pudimos”. Y no me queda duda, y te felicito, lo dieron todo. “Hicimos lo que pudimos”. Y lamentablemente el azar y el sistema no te permiten llegar más allá, y ojalá en el futuro podamos ayudarte.
El futbolista que juega mal hace lo que puede, y también el que juega como los dioses. La señora que limpia tu casa hace lo que puede, y también la que dirige imperios. El muchacho que se porta mal hace lo que puede, y también la chica que se porta bien; y viceversa. El ADN, las reglas de la casa, las de la sociedad, lo que se hereda (y no se hurta): todo esto condiciona hasta dónde podemos llegar en un determinado estadío de la vida. ¿Se puede salir del estadío? Seguro que sí, para arriba y para abajo. A algunos les cuesta más y a otros menos. Y en cada nuevo estadío se hará lo que se pueda. Vivir con más holgura, apretarse un poco; ayudar más, ayudar menos; abrirse más al mundo, encerrarse porque es necesario; explayarse más, contar menos. Mostrar más, mostrar menos. Comprar más, comprar menos. Salir más, salir menos. Meditar más, meditar menos.
“Se pudo haber hecho más…” ¿De verdad? ¿Se pudo? ¿Y por qué no lo hiciste? Porque podías no hacerlo. Porque no querías hacerlo y pudiste cumplir con ese querer; porque de haber querido y haber podido, se habría hecho. “Faltó tiempo”. Eso igual es una restricción. “Faltó plata”. Eso igual es una restricción. “Faltaron ganas”. “Faltó paciencia”. Same. “Cada uno hace lo que puede, querido Lucilio”, para citar a Séneca.
El business, el busyness, el tiempo libre; se hace lo que se puede. La gran artista, el gran arquitecto, la gran directora, el gran empresario, la gran niñera, el gran banquero, la gran estadista, el gran panadero, la gran estafa: se hace lo que se puede. La mala negociación, el mal trato, la mala administración, el mal paso, la mala decisión, el mal de amores, La Mala Rodríguez hace lo que puede. El esfuerzo, el no esfuerzo, la procrastinación. Fumar, beber, drogarse, tomar café, hacer ejercicio, dejar de hacer todo lo anterior: se hace porque se puede. Cantar bien, jugar mal al póker, saltar bien la cuerda, chamuyar al cliente o al empleador o al inversor o al empleado, manejar empresas, manejar vehículos, manejar personal, manejar las finanzas personales, manejar las emociones personales, escribir con mala letra, tener mala ortografía, tener buena salud, sentirse bien, sentirse mal, tener mal aspecto, crear cosas lindas, dibujar bonito, tener mal gusto estético, conversar con la familia, salir con las amistades, disfrutar de lo que pasa ahora, planificar con certeza, perder plata en la bolsa, hacer cálculos mentales, resumir escritos largos en un par de frases, tirarse mil setecientas siete palabras en un concepto, muy, muy básico, entender la diferencia entre la matemática y la toalla.
Se llega hasta donde se conoce, se llega hasta donde sabemos—o hasta donde creemos—que llegan nuestros límites. Se hace lo que se puede, lo que se permite. Ni más, ni menos.
Parte 2
Do what you can, with what you've got, where you are.
Theodore Roosevelt, uno de los cuatro presidentes estadounidenses grabados en piedra en el Monte Rushmore, al lado de Washington, Jefferson y Lincoln, le atribuye esta frase en su Autobiografía a un tal Squire Bill Widener, de Virginia, que además la cita de otro lugar. El texto de Roosevelt reza así:
«Hay muchos tipos de éxito en la vida que vale la pena tener. Es sumamente interesante y atractivo ser un exitoso hombre de negocios, o un ferroviario, o un agricultor, o un abogado o un doctor; o un escritor, o un presidente, o un ranchero, o el coronel de un regimiento de combate, o matar osos y leones. Pero para el interés y el disfrute incansables, un hogar lleno de niños, si las cosas van razonablemente bien, ciertamente hace que todas las demás formas de éxito y logro pierdan su importancia en comparación. Puede ser cierto que el que viaja solo viaja más lejos; pero la meta alcanzada así no vale la pena de ser alcanzada. Y en cuanto a una vida dedicada deliberadamente al placer como fin—bueno, la mayor felicidad es la felicidad que surge como consecuencia de empeñarse en hacer lo que debe hacerse, aunque se encuentre dolor al hacerlo. Hay un poco de filosofía hogareña, citada por Squire Bill Widener, de Widener’s Valley en Virginia, que resume el deber de uno en la vida: “Hacé lo que podás, con lo que tengás, donde estás”».
Striving es la palabra que usa Roosevelt, que la traduzco como empeño, que involucra tanto esfuerzo como aspiración. Se aspira a hacer lo que se tiene que hacer—que si somos determinísticos es lo único que se puede hacer—, se esfuerza uno en hacer lo que demanda una situación;
do the next right thing,
como dice el dicho, que tiene su origen en una frase de Carl Jung:
«Uno vive como puede… si querés ir por tu camino individual, ese camino te lo hacés a vos mismo, que nunca está prescrito, que no conocés de antemano, y que simplemente surge por sí mismo cuando ponés un pie delante del otro. Si siempre hacés lo siguiente que hay que hacer, vas a ir de la manera más segura sobre el camino prescrito por tu inconsciente. Entonces, naturalmente, no sirve de nada especular sobre cómo uno debería vivir. Y entonces sabés, también, que no podés saberlo, pero hacé tranquilamente lo siguiente y lo más necesario… si hacés con convicción lo siguiente y más necesario, siempre vas a estar haciendo algo significativo y previsto por el destino».
Se vive como se puede, haciendo camino al andar, pasito a pasito, buscando hacer lo que se tiene que hacer en ese momento, que es lo que se puede, con lo que se tiene, donde se está.