Otro rap o siete canciones de cuna *
Hijo de la luna,
sobre todo cuando es llena,
se alimenta de atardeceres,
colecciona en su colmena
momentos de piacere,
colores que pinta su una,
y también los de Natura.
De cantos de la fortuna,
y de aves y de caminatas,
y de anillados bares en su central,
y de cafés cerca al Sena,
y del descanso en las alturas,
y de las alturas de Mannahatta
y de ruidos y silencios hechos verbena.
Hijo de la luna,
he gets high on amaneceres,
que aunque raros en su alacena,
se invocan como deberes,
en sonidos de Uno Solo que murmura
en ciudades cuyos haberes
están llenos de fe de erratas.
El ensayista que al Tiber se adhiere,
no quiere hacer lo que no quiere,
no quiere estar sino con los que quiere,
no sabe hacer si no es como manantial;
negocios, su imaginación captura,
“nació para vivir con holgura”,
pero de tiempo y espacio y placeres.
Hijo de la luna,
un una oficina no cena
su hambre y su destino editorial,
de lector, de escritor, de recital,
de flâneur, de observador, de messagiere,
de conexión entre locura y cordura,
de historia ensanchada en la posdata.
Hijo de la luna,
colector de historias,
protector de la Historia,
de los cuentos de la memoria,
simplificador de torturas,
se tortura en lo elemental,
vaivén entre guerra y fumata.
Hijo de la luna,
sensible en profundidades de noria,
crudo en superficies duras,
sube al calor de las fogatas,
y es querido del frío invernal;
noche y día por su código dual,
la calma lo sosiega y lo desenfrena.
Hijo de la luna,
ilumina dependiendo de la tribuna.
Solitario cazador circunstancial,
buscador de la manada que resuena,
trayendo verdades y consecuencias
a través de tiempos y lugares y seres,
para unirse a su aventura crucial.
Una tras otra inmediata,
todo a la vez es su escena;
activo en lo personal,
se duerme en su intriga de cadenas.
Jaguar, lobo, pino: convocatorias
de su mente clasificatoria,
que en el intento de esconder, delata.
Va y viene del miedo a la euforia,
del sillón al sprint, soneto y sonata,
de lo complicado a la sencillez pura,
y al revés, cual puerta giratoria;
en la rutina el alma se le drena,
del cielo al suelo se dilata,
en su condena purgatoria.
Hijo de la luna,
de libros, jardines, ventanas y solturas,
academia errante en su quest de gloria,
hijo del mar y la montaña, su cobertura:
historia de amor, o ninguna;
si no se esconde en su intrincado panal,
se derrama como catarata.