Oliva Sabuco: De los remedios notables contra enojo y pesar
¿Cuántas cosas juzga el hombre a veces por dañosas que después se convierten en bien y provecho? ¿Y cuántas juzga por útiles y buenas, y se convierten en malas? Uno por estar encarcelado y condenado a muerte se convierte en Rey. Otro por salir herido de la batalla, en la herida halló la salud.
Publicado en la España renacentista de 1587 (y de cuya época se respeta la ortografía para mantener el “efeto”), este librito titulado en su totalidad Nueva filosofía de la naturaleza del hombre no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos: la cual mejora la vida y salud humana cumple a cabalidad lo de que con sus consejos mejora la vida y la salud. Lo de nueva y no conocida... aunque no es cierto, no le quita lo de bien producida. En el extracto que leemos a continuación, el título quinto (cortito pero completito), doña Oliva Sabuco de Nantes Barrera se las da un poco de estoica: “Dijo un sabio”, dice, hacé de buena gana lo que no te queda otra que hacer sí o sí y aceptá el destino. El sabio lo dijo más bonito y con ritmita, pero ese es uno de los remedios que Oliva propone contra el enojo y contra el pesar. La tristeza nunca es buena, escribe, entre las tantas joyas que deja en este “librito” del que aconsejo, “donde se abriere, lee un capítulo”. Como buena estoica, también propone aceptar las cosas como son porque lo que a veces juzgamos por malo puede traer algún bien—y puede pasar viceversa; las cosas pasan, y listo. Como buena estoica, cita a Séneca hablando de las adversidades, por las que tendríamos que agradecer siempre que vengan en dosis que podemos aguantar, y para las que hay que prepararnos con antelación porque “la piedra que se ve venir no hiere”. El primero de sus remedios es ese: comprender lo que sucede y lo que puede causar. El último—el último es una joya para aplicar todos los días. Ese remedio “olvidado” es, quizá, la mejor filosofía.
Autora: Oliva Sabuco
Libro: Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre (1587)
Título 5: De los Remedios Notables Contra Enojo y Pesar
ANTONIO. Buenos remedios hay para los que tuvieron buenos entendimientos. El primer remedio consiste en saber y entender todo lo dicho y las grandes fuerzas que tiene este enemigo del género humano, como por lo dicho se entenderán. Y así, conociendo al enemigo y sabiendo sus fuerzas y malas obras, el hombre no se descuidará ni le dará entrada, porque la piedra que se ve venir no hiere, como vos dijistes, porque le hurta el cuerpo, y si no la ve, lo hiere, como los que saben donde está el peligro en la mar, con prudencia se apartan y libran dél, y los que no lo saben simplemente caen en él, como el mozuelo simple que no conociendo ni sabiendo nada de la ballesta de lobos, tocó a la cuerda, y vino la saeta enherbolada y lo mató como a bestia, porque no supo del peligro como hombre. Así el hombre y la mujer, con sólo el saber y conocer esta bestia (por lo que está dicho) se librará della, y en tocando a su puerta sabrá a qué viene, y no le dará entrada, y se defenderá della.
El segundo remedio consiste en palabras de buen entendimiento y razones del alma. Y decir: ya te conozco mala bestia, y tus obras y daños; no me quiero dar en despojo a ti, como los simples que no te conocían antes, más quiero sufrir este pequeño daño que pudiera ser mayor que no perderlo todo, y mi vida con ello, y añadir otro mal mayor encima, como perder la salud o la vida, que monta más, y por esto no se me quitará esta pérdida o daño, antes añadiré mal a mal. A lo pasado y hecho no hay potencia que lo pueda deshacer, pues ha de ser hecho, sea hecho. Inestable es la fortuna que siempre se muda, pues quiero guardarme para otro tiempo, que éste se acabará. Dijo un sabio: haz de grado y placer lo que por fuerza has de hacer. Y decir: las armas de la fortuna adversa son la tristeza, si con este infortunio no me entristezco venzo a la fortuna y a sus fuerzas vuelvo vanas, botas y sin efeto contra mí. Si el catedrático de Salamanca supiera este aviso cuando le hurtaron quinientos ducados, y murió a tercero día a la hora del mediodía, y los dineros parecieron a la noche, viviera como sabio y no muriera como simple. Y otros muchos. Y la madre que por falta nueva de la muerte de su hijo, murió, y de allí a tres horas vino sano y bueno.
¿Cuántas cosas juzga el hombre a las veces por dañosas que después se convierten en bien y provecho? ¿Y cuántas juzga por útiles y buenas, y se convierten en malas y dañosas? Uno por estar encarcelado y condenado a muerte se convierte en Rey. Otro por salir herido de la batalla, en la herida halló la salud. Y otro se libró de una cuartana. Otro por perder el dinero en el camino, no perdió la vida cuando fue a dar en manos de salteadores. Otros condenados a muerte y echados a los leones, vinieron a ser reyes, no dándose en despojo luego, a este enemigo. Otros, alcanzando estados y riquezas muy deseadas y con gran trabajo, aquellas mismas fueron causa de sus males, infortunios y muertes. ¿Cuántos desearon ser Emperadores y reinar y lo alcanzaron y fue por su mal? ¿Y para casos desastrados y muertes infelices y violentas? Y el día dichoso en que aprehendieron el Imperio fue principio y causa de su desventurada suerte. Si en ejemplos nos hubiéramos de detener sería impedir nuestro intento. Y decir: pues Dios ha sido servido de permitir que me viniese este daño, muerte o infortunio, quiero yo querer lo que Dios quiere. Dios lo dio, Dios lo quitó. Él sea loado, que él lo sabe remediar por vías que yo no entiendo. A los suyos envía Dios azotes en este mundo, y no les alega montón de castigo para el otro. Un sabio que todo le sucedía muy prósperamente, vivía muy triste por ello. Dijo Séneca, no hay hombre más infelice y desdichado, que el que no le viene adversidad ninguna, porque Dios no juzga bien de éste. Con la mucha lozanía y abundancia no granan las mieses. Las ramas muy cargadas de fruta se quiebran. La demasía fertilidad no llega a madurez. Después de lo dicho toma el librito Contemptus mundi, y donde se abriere, lee un capítulo.
RONDONIO. Por cierto, señor Antonio, con letras de oro merecían estar escritos estos remedios, y no había de haber hombre que no los sacase y los trajese consigo, como una nómina colgando al pecho, para librase del pernicioso enemigo del género humano y conservar su vida. Pero, hacedme placer, si hay algunos otros remedios me los digáis.
ANTONIO. Sí los hay, y consisten en palabras de un buen amigo o del médico, si le ha sucedido enfermedad por daño o por enojo, que la mejor medicina de todas está olvidada e inusitada en el mundo, que es palabras. Éstas serán conforme al caso acontecido, fuere de las dichas en el segundo remedio, como serán consolatorias y de buena esperanza, trayéndole a la memoria otros bienes que tiene, y a los que van delanteros en aquel género de trabajos y otros mayores infortunios, y la insinuación retórica.
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