La loba de Ucrania *
Es fácil convenir que todas las fronteras son una cosa inventada por el ser humano, que todas son imaginarias, que no existen; pero observando la naturaleza, uno se da cuenta que, no solo no todas son inventadas, sino que vienen pre-programadas en nuestro código fuente. El reino vegetal y el animal están llenos de fronteras que podemos ver y que ahora podemos medir gracias a los avances de la tecnología: los animales llegan hasta donde la energía, el clima, la topografía, la comida y los rivales lo permiten. Sirva como ejemplo este mapa de 2018 del biólogo Thomas Gable, basado en 68 mil puntos de GPS grabados por el Voyageurs Wolf Project, durante 7 meses, de 6 lobos distintos en el norte de Minnesota.
Frontera, según la Real Academia Española, es el “confín de un estado”; también significa “límite”. “La voz estado, dice la RAE, se escribe con mayúscula cuando corresponde a la entidad política de un país o a su territorio”; me rehúso, por ahora, a seguir esta regla, si no se hace lo mismo con la voz individuo, porque el diablo y la sumisión están en los detalles. Y porque el estado de un estado es temporal, como todo límite, como toda testarudez. Las fronteras de hoy en día no son las mismas de mañana, ni las mismas que las de ayer. Y las políticas—aunque reales, naturales y necesarias—, son muchas veces imaginarias, inventadas e impuestas por intereses políticos.
Revisemos de manera corta las de Ucrania, Україна (pronunciado ukraiína), cuyo nombre significa literalmente “frontera”. Con Polonia, y con Rusia. La denominación antigua de la hoy Ucrania es Rus, y su historia moderna comienza en la Edad Media, a mediados del siglo 9, con el establecimiento de la Rus de Kiev, una federación—como Rusia, Estados Unidos, Alemania, Brasil o Argentina—de tribus eslavas orientales, grupo étnico mayoritario en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Esta federación abarcaba un territorio compuesto por esos mismos países, dividido en varios principados. Antes de su caída, llegó a ocupar 1.300.000 km2 y a tener 7.5 millones de habitantes.
Kiev se estableció como la capital de esta unión que gobernó la dinastía rúrika de principio a fin, hasta mediados del siglo 13. Primero, las cruzadas le dieron un golpe duro a sus rutas de comercio. Y en 1237, con una Rus en crisis afrontando batallas en diferentes frentes, Batú Kan, hijo de Jochi y nieto de Genghis Kan, empieza una invasión masiva: el imperio mongol termina tomando Kiev en 1240, y destruyendo la federación. Después se fueron a por Hungría y Polonia. Desde Polonia y Turquía, conquistaron todo lo que hay en el camino hasta la frontera con Japón. Pero esta es otra historia. O la misma. Todo está conectado.
Moscú, que era una ciudad relativamente nueva, nacida recién a mediados del siglo 12, fue destruida, quemada y diezmada. De las cenizas renació un gran principado, un gran ducado: el moscovita. Ucrania, eso sí, queda completamente fuera de Moscovia, que pasó por los siguientes traumas: en 1382 el Kan Toqtamish incendia Moscú y deporta decenas de miles de eslavos moscovitas como esclavos. Luego llega Iván el Terrible y funda el zarato moscovita en 1547; 24 años más tarde, los tártaros (túrquicos) de Crimea le prendieron fuego a todo Moscú menos al Kremlin, dejando más de un millón de muertos como consecuencia de la guerra y la hambruna posterior; el Terrible, “zar de toda Rusia”, tuvo que refugiarse en Inglaterra. Pero el zarato continúa. En 1611 es invadido por la mancomunidad Polaco-Lituana; así fue como Polonia se hizo con el zarato durante 3 años. En 1721 llega Pedro I el Grande y funda el imperio de Rusia, siendo el primer “emperador y autócrata de todas las Rusias”. ¿De todas las Rusias? ¿Así como en el Génesis se habla de dioses? De todas las Rusias: hace de esto su misión.
Hasta antes del zarato moscovita, Ucrania era conocida en latín como Regnum Russiae: reino de Russia. Pero en 1349 este reino pasó a ser parte del gran ducado de Lituania y, por tanto, de la mancomunidad conocida como la república de las Dos Naciones, que dos siglos y medio después se hizo, por un rato, con el zarato de Iván. Russia perdió en la comunidad su nombre; para no ser confundida, pasó a ser conocida como Rutenia. Hasta que llegó Pedrito el Grande, que la hizo parte del imperio ruso. Como los tártaros de Crimea les causaban muchos problemas, Pedro I Alekséievich anexa también el kanato de Crimea, y lo puebla con ucranianos. Pero una parte de Ucrania no se hace parte del imperio ruso, y luego de la separación de las dos naciones se queda en el imperio austríaco, luego austro-húngaro, y así es como ucranianos se enfrentan entre ellos en la Primera Guerra Mundial.
Pero nos estamos adelantando mucho. Volvamos a la relación Moscú vs. Kiev, resumámosla con un meme—sí, con un meme, de la embajada de los Estados Unidos en Kiev, hoy 22.2.22 refugiada en Polonia:
Are you not entertained? Las guerras ahora se pelean también con memes: este es tan solo uno de los que vamos a ver más adelante, cuando alcancemos el estado actual de la historia, o cuando la historia nos lo alcance.
Volvamos a Pedro el Grande—no, mejor, vamos a Catalina la Grande, la emperatriz de Rusia que era germana, nacida en Polonia, y que introdujo la inoculación en Rusia, motivo que la hizo parte de nuestra serie anterior Sobre la Vacunación. Екатерина Алексеевна, Ekaterina Alekséyevna, gobernó entre 1762 y 1796, empezando 37 años después de la muerte de Pedro, que gobernó durante 53 años, empezando en 1672. Catalina siguió los pasos expansivos de su pre-pre-pre-pre-pre-pre-predecesor. En ese ínterin de casi cuatro décadas, manejaron el imperio seis personas, alternando siempre hombre-mujer: Pedro-Catalina-Pedro-Ana-Iván-Isabel-Pedro-Catalina. Desde Catalina hasta hoy, ni una sola mujer volvió a ocupar el mando de Rusia. En 1992, a la muerte de su padre, María Vladímirovna Románova se autoproclamó emperatriz y autócrata de Rusia; pero este cargo de María I—nacida en Madrid y que también sería princesa de Prusia (hoy Alemania, Polonia y Lituania)—lo ocupa en realidad Vladímir Vladímirovich Putin, que ya se anexó Crimea, y que ahora pelea por recuperar para el imperio Lugansk y Donetsk.
Motivos históricos sobran. Robert K. Massie, que ganó el premio Pulitzer por su biografía de Pedro el Grande, en su libro de 2011 Catalina la Grande: retrato de una mujer, describe Kiev como “la más antigua y la más sagrada de las ciudades rusas”; este pensamiento y su idea subyacente son motivo suficiente. La Crónica de Néstor, del año 1111, la primera crónica eslava, habla de la fundación de Kiev y dice que Oleg de Nóvgorod, el príncipe que trasladó la capital de la Rus de Nóvgorod a Kiev, “se sentó, gobernando, y dijo: «Que sea la madre de todas las ciudades rusas»”. Lo de sagrada lo explica Massie continuando su relato diciendo: “Kiev, donde el Gran Príncipe Vladimir introdujo el cristianismo por primera vez”. San Vladimir I el Grande es con quien inicia la edad de oro de la Rus de Kiev a finales del siglo 10, por eso lo de grande. Lo de santo, su canonización se debió a su conversión, y sus esfuerzos en la de su pueblo, del paganismo al cristianismo. Son menos de 100 reyes, príncipes y emperadores los que han sido canonizados. Más veces han existido gobernantes con hasta 800 concubinas y varias esposas. Pocas veces esos caminos se intersectaron. O intersecaron, según la RAE.
Las fronteras de los reinos de la ética, la moral, el lenguaje y la política—y las del lenguaje de las fronteras políticas–, también son naturales y también se mueven. Y en los reinos siempre mandan lobos.
#Ucrania
#más sentido común, por favor