La guerra en tiempos de Twitter *
El matemático y astrónomo inglés John Herschel, en 1816, a sus 24 años, construyó un telescopio. En 1835 publicó Un Tratado Sobre Astronomía y el descubrimiento de varias galaxias, entre ellas la NGC-2207 y la IC-2163, a 80 millones de años luz, a punto de colisionar. Las galaxias dan la impresión de ser un par de ojos que todo lo ven y que todo lo juzgan.
Herschel nombró 7 lunas de Saturno y 4 de Urano, planeta que había descubierto su padre. Tradujo la Ilíada de Homero, y escribió para la Enciclopedia Británica. Podríamos dedicarle un artículo entero, pero el tiempo apremia, como para las galaxias. Aumentemos, solamente, que en 1819 descubrió que el tiosulfato de sodio fija y hace permanentes las fotos. 20 años después, acuñó el término fotografía, así como sus negativos y positivos. Inventó el cianotipo—o blueprint—dando inicio a la copia rápida e ilimitada de planos de ingeniería y arquitectura. Podemos decir que con Herschel se inició una era que ahora todos cargamos en el bolsillo: la fotografía, y la viralidad de lo visual.
John Herschel (1792-1871), fotografiado por Julia Margaret Cameron en abril de 1867.
La Historia empezó cuando se inventó el Tiempo, junto con el Universo, como lo mitificó Platón. Pero no empezamos a grabarla sino hasta que tuvimos lenguaje. Como no teníamos escritura teníamos que reproducirla con dibujos en paredes, y de generación en generación, de boca en boca. La forma más fácil de memorizar algo es repitiéndolo, que también es la mejor forma de imitar, conocer y mejorar algo. Así también funciona el Universo, puliendo en cada iteración, como el humano común en cualquiera de sus labores. El ser humano memoriza un poema, una canción, un relato o un mito mejor que cualquier otra circunstancia ordinaria. Así empezamos a grabar nuestra historia. Después inventamos la escritura, pero los iniciados que sabían leer eran muy pocos: el método de poema-mito repetitivo continuaba—y continúa—siendo la mejor manera de preservar un relato. No por nada la Ilíada es una obra repetitiva. Y el origen de muchos memes.
El meme es la forma más eficiente de trasladar información. Al grano, de rápida interpretación, cuenta historias completas en segundos. Su gracia, sorpresa e ingenio hacen que se grabe fácilmente en la memoria y que den ganas de compartirlo. Richard Dawkins acuñó el término en su libro El Gen Egoísta:
Los memes (unidades discretas de conocimiento, chismes, chistes, etcétera) son, para la cultura, lo que los genes son para la vida. Así como la evolución biológica está impulsada por la supervivencia de los genes más aptos del acervo genético, la evolución cultural puede estar impulsada por los memes más exitosos.
Hawkins publicó esto en 1976: el meme es un símbolo de nuestros tiempos—tiempos virales. Los memes exitosos son tan virales como el covid. Pero el meme contemporáneo, hijo prodigio del internet, es producto de algo más profundo. Me explico: la Historia repite arquetipos. Para Einstein y para Borges, según entiendo, tiene forma circular, y todo existe al mismo tiempo. Para los cristianos es lineal. A mí me gusta dibujarla como espiral, e imaginarla como un circo que repite el mismo teatro en cada ciclo, añadiendo o eliminando actos y escenas según el público y su capacidad de comprensión. A mayor comprensión, menor necesidad de lecciones; a buen entendedor, pocas palabras.
Este teatro, como la Ilíada, puede ser aburrido por partes. La vida en el Imperio Romano fue muy parecida durante siglos hasta que se adoptó como religión oficial la impulsada por Jesús de Nazaret; entre 100 y 150 años después, llegó la muerte y resurrección de ese imperio y del ciclo: pasamos de la Edad Antigua a la Media. Allí, una mañana, tarde o noche durante los 400 años que duró la Rus de Kyiv podrían ser la fotografía de cualquiera de sus siglos. El papel, el hierro fundido, la brújula, los primeros intentos chinos de imprenta, la difusión en Europa de los números arábigos, las primeras universidades, el botón, la máquina de hilar, el licor, los imanes, los espejos, el astrolabio, el reloj mecánico, la catapulta y la pólvora de uso bélico no llegaron sino hasta ese quiebre histórico entre el siglo 11 y el siglo 12—hasta ese arquetipo de momento en el que hacemos lo que algunos llaman un salto cuántico, trasladando el concepto físico a nuestra física social—, en Plena Edad Media. Literalmente. La Alta Edad Media va de los siglos 5 al 10; la Plena—porque Media Edad Media no suena bien—, del 11 al 13. La Baja llega con el bajón del siglo 14, cuando el capitalismo empieza a destrozar al feudalismo, y la peste negra también. La re-introducción de América en el mapa mundi deriva en la Edad Moderna; desde entonces llamamos moderno a todo aún cuando sea contemporáneo. Aunque lo contemporáneo murió entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento del Internet. Esto lo van a confirmar los historiadores del futuro.
Todas las épocas recientes se parecen: distintos actores juegan los mismos papeles escritos hace siglos. Ya cité a Marco Aurelio decirlo de otra manera, y aquí lo recito—lo re-cito:
“Reflexioná sin cesar en cómo todas las cosas, tal como pasan ahora, también pasaron antes. Pensá también que seguirán produciéndose en el futuro. Y ponete ante los ojos todos los dramas y escenas semejantes que has conocido por experiencia propia o por narraciones históricas más antiguas, como, por ejemplo, toda la corte de Adriano, toda la corte de Antonino, toda la corte de Filipo, de Alejandro, de Creso. Todos esos espectáculos tenían las mismas características, solo que con otros actores.”
Las guerras se empiezan por los mismos motivos de siempre y dejan los mismos vejámenes: muerte, destrucción de ciudades enteras, hambruna, hacinamiento, enfermedades virales, migración, esclavitud, captura de minorías en campos concentrados, violaciones, saqueos, robos, creación de mercados negros de lo prohibido por ley y de lo robado, crisis económicas e inflación.
La paz se firma con las mismas motivaciones y promesas. Los estados se siguen dividiendo entre centralizadores y descentralizados, el comercio y los mercados siguen siendo las mejores armas de progreso y paz. Sigue la misma dicotomía por el bien común entre la libertad individual y el poder reunido en uno o en unos pocos. El individuo se sigue comportando diferente cuando se encuentra en grupo. Sigue la misma lucha por el poder. Los revolucionarios que ganan se siguen convirtiendo en conservadores. Los intereses siguen definiendo las alianzas. La billetera sigue matando a la estética y a la ética. Las iglesias siguen librando y apoyando guerras faltando al mandamiento del amor al prójimo. La censura, gubernamental o social, sigue siendo la misma: el cancel culture no es diferente de la opinión de rebaño. La inmunidad de rebaño sigue jugando con las mismas reglas. La física también, pero la entendemos y escribimos diferente. La matemática, la química, la biología y el resto de separaciones que hace el humano, que sigue queriendo catalogar y separar las cosas en categorías, se siguen comportando como el mismo Todo de siempre que está conectado. Nuestra esencia no cambia y nuestra Historia se sigue debatiendo entre quienes quieren escribirla y quienes quieren reescribirla, entre quienes quieren venerarla y quienes quieren reemplazarla. Y seguimos repitiendo información como se repiten memes, y nos sigue costando contrastarla. Siguen siendo pocos los iniciados.
Pero algo nos diferencia de todas las épocas pasadas: la velocidad con la que compartimos información. Sin ir muy lejos en el tiempo, los alemanes no podían saber live lo que pasaba en los campos y trincheras de su guerra; ahora saben, en directo, el costo que tiene su industria y calefacción. Los israelitas ahora pueden ver lo que su pueblo vio por milenios. La iglesia ortodoxa rusa ahora puede ver bien lo que hace el emperador. Pero es curioso que estas tres instituciones, que antes se guerreaban, ahora “aunque miran, no ven; ahora que oyen, no escuchan ni entienden”. El Tiempo pasa y sus ciclos van y vuelven; pero la ética y la moral se enfrentan a la misma batalla: corazón que no ve, corazón que no siente. El tema es que ahora puede ver más, y sin límites, si así lo quiere.
Las crudas fotografías que nos llegan después de la retirada rusa de Kyiv, las instantáneas que corresponden a los restos que dejó el ejército que se retiró a las apuradas, sin limpiar la escena, se cuentan ya por cientos en un par de días.
Sensible Twitter, y su algoritmo, que muy consciente de mi inconsciente, me mostró la una seguida de la otra en mi feed.
La historia, repito, se repite; lo que puede cambiar es la narrativa, quién y cómo cuenta el cuento:
Twitter es solo un símbolo, un signo de la velocidad de nuestros tiempos de viralización. Facebook, Instagram, TikTok, Telegram, Whatsapp, etcétera, en aquellos lugares donde la censura apenas existe—en China y Rusia, por ejemplo, si operan es censurados—, son los medios de propagación de memes e información por excelencia. Y valga la pena decir, con un trío de videos, que nunca han existido mejores medios de propaganda:
Are you not entertained?
Los tres videos, dependiendo de quién lo vea, han provocado respuestas sobrias, indignación, vergüenza ajena y memes. El ser humano es así, le cuesta no tomar partido y no puede posar siempre serio. Montaigne lo dijo mejor:
“Desconocen los hombres la enfermedad natural de su espíritu, el cual sólo se ocupa en bromear y mendigar”.
Los hombres siguen haciendo comedia de las tragedias—o en medio de las tragedias, que es más importante—y siguen provocando, como desde la época del teatro de los antiguos griegos, bromas pesadas o de mal gusto; o negras, para quienes pueden aguantarlas. El humor sigue siendo un arma extraordinaria para batallar contra lo ordinario. Y los armas digitales de propagación masiva que poseemos nos han ayudado a conquistar otro mundo en el que mezclar, como dijo José Cadalso:
“lo sagrado con lo profano, pasar de lo importante a lo frívolo, confundir lo malo con lo bueno, dejar un asunto para emprender otro, retroceder y adelantar a un tiempo—”
Y movernos en forma de espiral, y cerrar ciclos y empezar de cero. Ya dijo Einstein (fact-checked) ante la pregunta sobre qué armas se usarían en la Tercera Guerra Mundial:
“No sé. Pero te puedo decir qué van a usar en la Cuarta: ¡piedras!”
Esta frase es, por supuesto, un meme, palabra acuñada para que haga juego con genes, y cuyo origen es el antiguo griego μίμημα, mīmēma, que quiere decir “cosa que es imitada”, que viene de μῖμος, mimos: “imitar”. El ser humano, imitación del Universo y la Naturaleza, es un meme en sí mismo: ciclo tras ciclo se imita, y mezcla, en cada conversación, en cada hilo de Twitter, la verdad con la mentira, la estadística con lo anecdótico, lo negativo con lo positivo, la gracia con la antipatía, la aspereza con la ironía, y la seriedad con el humor. Y sea cual sea el hemiciclo, la Historia seguirá siendo la misma, seguirá usando el cianotipo, porque así funciona el Universo: nosotros somos solo su fotografía.
Cronología de la guerra:
Citados:
#Ucrania
#más sentido común, por favor