Kurt Vonnegut: los fanáticos y las cruzadas
«La historia nos dice que los cruzados no fueron otra cosa que hombres ignorantes y salvajes, movidos únicamente por un fanatismo inmoderado, y que su camino era el de la sangre y el llanto. Pero los relatos exaltan siempre su piedad y heroísmo, y el gran servicio que prestaron a la Cristiandad»
Texto parte de nuestro trip actual sobre el fanatismo y la ceguera que provoca. La novela, una de las obras maestras de Vonnegut, fue publicada por primera vez en en 1969, y la leemos ahora en la traducción de Margarita García, 1970.
Autores: Kurt Vonnegut & Charles Mackay
Libro: Matadero Cinco (1969 & 1841)
Capítulo 1
(extracto)
“...Después de eso, Mary O’Hare fue amiga mía.
O’Hare y yo abandonamos los recuerdos y fuimos a la salita para charlar de otras cosas. Sentimos una súbita curiosidad por saber algo de la verdadera Cruzada de los Inocentes, y O’Hare se puso a buscar en un libro que tenía, titulado Extraordinarios errores populares y la locura de las multitudes, de Charles Mackay, doctor en leyes. Fue publicado por primera vez en Londres, en 1841.
Mackay tenía muy mala opinión de todas las Cruzadas. La Cruzada de los Inocentes (o Cruzada de los Niños) le afectó solamente un poco más que las otras diez Cruzadas de los adultos. O’Hare leyó en voz alta este bello pasaje:
«La historia nos informa, en sus solemnes páginas, de que los cruzados no fueron otra cosa que hombres ignorantes y salvajes, movidos únicamente por un fanatismo inmoderado, y de que su camino era el de la sangre y el llanto. Sin embargo, los relatos han exaltado siempre su piedad y su heroísmo, retratando con sus más ardientes y vehementes matices su magnanimidad y sus virtudes, y el imperecedero honor que conquistaron para sí, y el gran servicio que prestaron a la Cristiandad».
Y, tras una breve pausa, este otro:
«Ahora bien, ¿cuál fue el resultado de todas esas luchas? Que Europa perdiera gran parte de sus tesoros y la sangre de dos millones de sus hombres. Y todo ello para que un puñado de caballeros pendencieros retuvieran la posesión de Palestina durante cerca de un siglo».
Mackay nos decía que la Cruzada de los Niños había empezado en 1213, cuando dos monjes tuvieron la idea de reclutar ejércitos de niños en Francia y Alemania, para venderlos como esclavos en el norte de África. Se presentaron treinta mil niños voluntarios, creyendo que irían a Palestina. Y Mackay concluía:
«Se trataba, sin duda, de niños abandonados y sin trabajo, de esos que generalmente abundan en las grandes ciudades, de esos que se nutren del vicio y la desvergüenza, y que están siempre dispuestos a cualquier cosa».
El papa Inocencio III también creía que aquellos niños iban a Palestina y se sentía conmovido: « ¡Estos niños están despiertos mientras nosotros dormimos!» , decía. Pero la mayoría de aquellos niños fueron embarcados en Marsella, y cerca de la mitad perdieron la vida en naufragios. La otra mitad llegaron al norte de África, donde fueron vendidos.
Sin embargo, resulta que, a causa de un malentendido, algunos niños fueron enviados a Génova, donde no había ningún barco de esclavos que los esperara. Allí, unas buenas gentes les dieron de comer y los alojaron para, después de charlar amablemente con ellos, darles un poco de dinero, muchos consejos y devolverlos a sus casas...”
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