Israel y Palestina, parte 1: historia del territorio y su influencia bíblica en la política mundial
Parte 2: expansión musulmana, pogromos y expulsiones de los judíos, nacionalismos, sionismo y la opinión pública, migraciones judías e historial de la demografía en Palestina hasta la independencia de Israel.
Parte 3: división y límites de Palestina, límites en la naturaleza, problema de las migraciones, historial de guerras territoriales entre judíos y musulmanes (israelitas y palestinos), limpieza étnica, the two-state solution.
Parte 4: por qué esta guerra es diferente de las anteriores, por qué es igual a otras guerras, la propaganda en todo su esplendor, cambio en la opinión pública, los fanatismos de siempre y observaciones sobre la esencia humana.
Parte 1
La idea de este texto es observar la naturaleza humana y cómo el péndulo de la opinión pública, las ideologías, los fanatismos, las emociones y los intereses dan forma al movimiento de la Historia. Se trata de analizar, no de tomar bandos.
Habrá que empezar por el principio: el Tanaj (o Mikrá), que es para los judíos lo que la Biblia para los cristianos (literalmente: todos los libros del Tanaj están incluidos en el Antiguo Testamento). Esta es la fuente principal para conocer la historia del Antiguo Israel y su toponimia: Yisra'el es el nombre con el que Yahveh renombró a Jacob. Sus descendientes se asentaron sobre la región de Canaán (hoy Israel, Palestina, y partes de Jordania, Siria y Líbano). Después de la salida de Egipto y el Éxodo (sea cual sea la historicidad del relato), hace unos 3400 años, los israelitas empiezan a invadir y conquistar la región, y hace poco más de 3000 años forman un reino cuyos últimos reyes fueron David y su hijo Salomón. David mató a Goliat, y Salomón escribió algunos de los libros del Tanaj (no es importante debatir la historicidad de estos datos hoy). Todo esto, por muy antiguo que sea, es importante para contextualizar el conflicto actual.
- El movimiento sionista, que inició en el siglo 19 y es el artífice del retorno de los judíos a la región con un Estado propio, tomó su nombre del monte Sión, en Jerusalén, ciudad conquistada por David. Sión terminó siendo un sinónimo del pueblo de Israel.
- El gigante que mató David, Goliat, era filisteo, un pueblo «venido del mar» que habitaba Gaza y otras ciudades más al norte. Etimológicamente, Palestina viene de Filistea. La historia de matar a un gigante con una honda intentaba probar a David como rey (la opinión pública puede poner y sacar reyes), pero fue evolucionando hacia dos metáforas morales: la victoria del monoteísmo sobre el paganismo, y luego la victoria de los buenos y débiles contra los malos y poderosos. Mitológicamente, creo que puede significar la victoria de un ejército más pequeño frente a uno más grande, pero parece que Goliat sí existió y que medía más de dos metros (el jugador de básquet más grande fue un libio que medía 2,45; el récord Guiness está en 2,72, pero el tipo no era un atleta).
- Ahora, quizás lo más importante. Entre los libros susodichos, los Evangelios y el Apocalipsis, se cuentan las profecías de la primera y la segunda venida del Mesías. Se dice que en la primera sería rechazado por su pueblo; en la segunda, que ocurre después de que el pueblo de Israel retorne a su tierra, vendría a liberarlo de las naciones que se habrían juntado para subyugarlo y sería reconocido. Israel, Judea, Gaza y Jerusalén —que volvería a ser la capital del reino— son explícitamente nombradas en las profecías. En el Apocalipsis se habla del Armagedón, que en hebreo significa monte Megido, Har Megiddo (הר מגידו), una colina cerca a Cisjordania; en el mundo cristiano se usa para referirse al fin de los tiempos y —si somos literales, y esto es lo que asusta— a una batalla que sucederá específicamente en ese lugar. Después de esta batalla volverá Cristo, confinará y atará a Satanás, y reinará durante mil años. Para algunos, el reino será celestial y la tierra quedará destruida y desolada (o sea, todos vamos a morir); para otros, la tierra sólo quedará poblada de infieles. Luego del Milenio, los fieles volverán para derrotar a los infieles y poblar la Tierra sin pecado original. Para qué volver del cielo a la tierra es algo que no comprendo, peor si es para volver a guerrear, pero cada loco con su tema. Lo peligroso de este tema es que hay varios senadores y congresistas de los Estados Unidos que creen en esta locura, y están apostando activamente a que suceda.
- Como dato final, entre los musulmanes, hay una «pequeña comunidad» de 10 millones de fieles que cree que este período de mil años comenzará cuando el islam derrote al cristianismo y reine durante el Milenio.
¿Por qué es importante esto? Porque estamos ante el escenario de una nueva guerra religiosa, y esta vez la balanza de la opinión pública ya no está a favor de los judíos. Israel tiene diez millones de habitantes, de los cuales el 70% son judíos. En todo el mundo hay apenas quince millones de judíos, pero hay casi dos mil millones de musulmanes. Cuarenta millones de ellos en Europa, cientos de millones en los países que rodean Israel, seis millones en Norteamérica. Es la religión que más crece y en treinta años puede ser la más grande del mundo. Todo aquello por lo que luchó el pueblo judío puede perderse en ese tiempo si pierden la batalla de la propaganda y la opinión pública, porque éstas mueven las decisiones políticas, y la existencia de Israel depende directamente de la ayuda de los países de Occidente.
Pero esto es tela para cortar unos párrafos más adelante.
Historia condensada del territorio hasta antes del sionismo
- Después de Salomón, el reino unificado se partió en dos: al norte el Reino de Israel o de Samaria, al sur el de Judá o Judea. Guerrearon entre ellos, a veces poniendo de excusa diferencias religiosas.
- El norte fue conquistado por los asirios en el siglo 8 a.C.; los expulsados no volvieron nunca, y hoy quedan menos de mil samaritanos.
- El sur cayó en manos de los babilonios y su rey Nabucodonosor II a principios del siglo 6 a.C., quienes destruyeron el Templo de Salomón.
- Después de casi siete décadas de cautiverio, Ciro el Grande y su imperio aqueménida (persas) conquistan Babilonia y Asiria y permiten a los judíos volver a su tierra, pero como sus vasallos. Construyen el Segundo Templo.
- Cuando Alejandro Magno conquista a los aqueménidas, no toma directamente la zona de Judea, sabrá Dios por qué. Algunos dicen que tuvo que ver con que le mostraron las profecías, y que algunas tenían que ver con él. En el libro de Daniel (capítulo 8) se habla del “macho cabrío [que] es el rey de Grecia”, y que de lo que construya, “cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él”.
- A la muerte de Alejandro (323 a.C.), efectivamente, su imperio se divide en cuatro. Dos de los herederos, ptolomeos (Egipto) y seléucidas (Siria y Asia oriental) se disputan la zona israelita hasta el siglo 2 a.C. Estas dinastías eran descendientes de greco-macedonios, y esto es importante para entender la identidad palestina más adelante.
- En el siglo 2 a.C. Judas Macabeo lidera la rebelión de los macabeos y consigue nuevamente la independencia israelita. Los macabeos eran un movimiento independentista que se rebeló contra Antíoco IV, rey de Siria, cuando quiso prohibir los rituales religiosos. Esta reconquista dio origen a la celebración de Jánuca. Se llevó a cabo pactando con los romanos, que respetaron la autonomía de la región y la religión... durante un tiempo.
- Los asmoneos, sucesores de los macabeos, crean un reino que fue tomando los territorios sobre los que alguna vez reinó Salomón. Las conquistas en nombre del cielo siempre terminan enamorándose de la tierra, las conquistas espirituales siempre caen en lo mundano.
- Los romanos ven que este reino se agranda y los someten desde el año 63 a.C., convirtiéndolos en la Provincia de Judea, con autonomía de culto y religión, pero con gobernantes serviles (una estrategia de manual que rara vez termina bien). Aquí tenemos a Herodes, quien supuestamente ordena la masacre de los niños al escuchar la historia de que acaba de nacer el Mesías; y a Poncio Pilato, quien supuestamente se lavó las manos en la crucifixión de ese Mesías, aunque esa historia puede que se haya inventado para culpar a los judíos de la muerte de Jesús (el antisemitismo siempre ha buscado con qué escudarse).
- A las pocas décadas de la muerte de Jesús, los judíos se rebelan en una primera gran guerra contra los romanos, quienes saquean Jerusalén y destruyen el Segundo Templo. En la tercera de esas guerras (años 132-136) el ejército romano aplacó la rebelión de Simón bar Kojba y arrasó Jerusalén. Para completar la destrucción, el emperador Adriano prohibió la religión judía, rehizo los límites y renombró la provincia con el nombre de dos de sus antiguos enemigos: Siria-Palestina. A los judíos no se les permitió volver a su tierra hasta que Constantino el Grande decretó la libertad de culto (inicios del siglo 4; el fanatismo cristiano que surgió de esta medida es tema para otro día).
- Palestina —como se la conoció fuera del judaísmo desde el siglo 2 hasta el siglo 20— continuó bajo poder romano (y bizantino) hasta la primera mitad del siglo 7, cuando la invaden los persas sasánidas. Luego de una corta reconquista bizantina llegan los árabes (década del 630), quienes se hacen con el Levante Mediterráneo, al que llaman el País de Sham. Conquistan Jerusalén siete años después de la muerte de Mahoma, quien habría viajado el año 621 desde La Meca hasta Jerusalén, donde habría ascendido a los Cielos. En el lugar de ese suceso tenemos la mezquita de Al-Aqsa, que quiere decir «la mezquita más lejana», supuestamente edificada donde estuvo originalmente el Templo de Salomón (Sulayman para los musulmanes). Los ataques del 7 de octubre reciente fueron bautizados por Hamás como «Operación Inundación de Al-Aqsa».
- Los árabes y musulmanes (no son lo mismo, y esto es importante para entender la identidad palestina y el mundo actual) mantuvieron el dominio de la región durante tres siglos con diferentes califatos y dinastías.
- Entre los siglos 11 y 13 llegaron las Cruzadas: cristianos (con el Reino de Jerusalén) y musulmanes se turnan el territorio.
- A mediados del siglo 13 llega la invasión mongola con un nieto de Gengis Khan, quien era considerado una esperanza por algunos cristianos. Pero poco tiempo después el sultanato mameluco, con base en Egipto, repele a los mongoles y conquista la zona, y la mantiene durante 3 siglos.
- A inicios del siglo 16, el Imperio otomano (turcos) derrota a los mamelucos y toma sus territorios, Palestina incluida. Los turcos —que habrá que recalcar que no son árabes, pero que ya habían adoptado el islam— gobiernan la región hasta 1917, cuando los británicos vencen a los otomanos en el marco de la Primera Guerra Mundial.
- En 1922 se instala el Mandato británico de Palestina, que dura hasta 1948.
El territorio israelita-palestino, podemos ver, sufrió muchas guerras, con las consecuencias que toda guerra trae: masacres, destrucción de ciudades enteras, esclavitud y exilio. Como diría Salomón, en la historia del humano, “no hay nada nuevo bajo el sol”.
Millones de judíos vivieron durante milenios errantes, yendo y viniendo, en una diáspora que parece eterna. Han sido expulsados, culpados de crímenes o discriminados en todos los lugares donde peregrinaron. Al contrario del islamismo, el cristianismo y el ateísmo, el judaísmo no es proselitista porque se suponen el pueblo elegido: como toda élite, no buscan activamente tener nuevos miembros, no crecen al mismo ritmo que el resto de la población, y la gran mayoría promueve la endogamia. Y su único y repetido sometimiento de infieles se ha hecho siempre en el mismo lugar y con el mismo fin: ocupar el pedazo de tierra sobre el que dicen que tienen un derecho de propiedad otorgado por el mismísimo Dios.
El problema es que no son los únicos que reclaman la propiedad de ese terreno. El pueblo palestino, está comprobado, es un pueblo semita hermano del israelita: ambos son canaanitas. Las diferencias genéticas son mínimas, pero las culturales son muy amplias. Son los herederos culturales del arabismo, de la expansión musulmana que arrastró consigo un problema fundamental: el querer hacer creer que un marroquí y un turco son iguales, cultural y genéticamente; que un iraquí y un egipcio son lo mismo, o un persa y un palestino. No todos los musulmanes son árabes, sólo los de la península arábiga, donde nació su religión. Pero en el mundo occidental se los confunde, se los pone en la misma bolsa. «Los árabes», decimos, para denotar a cualquiera que hable árabe desde Arabia hasta Marruecos, incluyendo a veces hasta a los turcos y los persas de Irán. Pero entre los musulmanes hay varios grupos y muchísimas etnias.
Pero volvamos a la región en cuestión, sobre todo después de la ocupación greco-romana, que duró casi nueve siglos y dejó su huella. Hay menos diferencia entre un israelita y un palestino que la que hay entre un israelita y un judío italiano o uno sefardita. Los palestinos son tan locales y tan autóctonos de la zona como los judíos. Han sido conquistados, arrasados y exiliados de la misma manera, y tienen una diáspora casi tan grande como la judía: son casi catorce millones alrededor del mundo, pero sólo siete millones viven en su tierra natal (cinco millones en Palestina y dos millones en Israel). Sus números son tan parecidos como su genética. La diferencia es que la mayoría se convirtió al islam, y fueron incluidos en la amalgama árabe, que en algún momento los quiso parte de una gran utopía llamada panarabismo, una gran nación árabe desde la península original hasta las costas norteñas del África en el océano Atlántico. Pero ahora la cuestión palestina es más grande que esto, es una cuestión musulmana, es una cuestión de la religión más proselitista y conquistadora que tenemos en estos momentos, y no parece que vayan a descansar hasta que «su gente» obtenga lo que quiere, que es un pedazo de ese mismo terreno. Y algunos preferirían que no sea sólo un pedazo, sino todo.
¿Y quién nos puede asegurar que no existen cristianos que quieren volver a armar cruzadas para reconquistar Tierra Santa, la cuna de su Mesías?
A lo largo de la historia, la mezcla más peligrosa ha sido la que combina el derecho propietario con los deseos de Dios.