Cambio bancario: América, con Jorge Pérez
El 1453 marca un punto de inflexión en la historia de occidente. El comercio de los puertos italianos venía debilitándose con el descubrimiento de rutas por los portugueses, la caída de Constantinopla acabó con los últimos reductos del imperio Romano. El año 1492 impuso el giro definitivo
Segundo capítulo de la serie Corta Historia de la Banca, gracias a Jorge Pérez Ramírez. Vimos en el capítulo anterior la semilla de la banca moderna sembrada en el Medioevo, en las ciudades comerciales que hoy componen Italia. La banca Medici fue la más grande de este período también dominado por los famosos montes de piedad y donde surgieron los primeros intentos de banca pública, pero me salto sus historietas para enfocarnos en otro momento transformacional de la Historia: la re-conexión de América con Eurasia, por entonces el ombligo del mundo. Todo lo que creía que conocía el ser humano en ese entonces, se quedó chiquito: territorio, cultura, prejuicios... y los negocios, los mercados y su envergadura no fueron excepción. Las compañías familiares y las caras conocidas se cambiaron por personas jurídicas e impersonales, y los capitales se juntaron para dividirse en acciones. Nace el primer mercado de capitales en la Bolsa de Amberes, en Bélgica; cerquita progresa la banca de Ámsterdam, y sus tulipanes florecen en uno de los primeros espectáculos especulativos de la Historia (y habrá que agradecer ser espectadores, actualmente, de otro, quizá más incomprensible). También cerquita, la banca de los Fugger hace de las suyas en Alemania, y nace el banco de Hamburgo, y los italianos no se quedan atrás—en realidad, los venecianos, que no era lo mismo. Los bancos públicos que se experimentaban se convierten en grandes bancos centrales, nacen también los primeros bancos de circulación y llegan los ingleses a cambiar el mundo (bancario). Pero antes, en el ínterin, guiados todavía por don Jorge Pérez, veamos los efectos del milagro español, que hasta el siglo 16 no había probado los frutos del dominio del mundo conocido.
Dato interesante sobre Jorge Pérez Ramírez: ingresó a trabajar en el Banco de España en 1986, en el área de regulación contable. Escaló y se instaló como Jefe de Normativa, teniendo por encima de su cabeza apenas otro par de sillones. Pero cuando la cúpula del banco decidió falsear libros para fundar Bankia en 2011 (año en el que publicó este libro), don Jorge, como pocos, se opuso. Luego de la creación y caída de la estafa, cuando se buscaron culpables, Pérez Ramírez se dignó en mantener su oposición y testificar contra la central de mando. Lógicamente, cabe esperar, luego de 33 años de servicio, fue despedido en 2019. No importa el tiempo ni el lugar, las historietas siguen los mismos guiones.
Autor: Jorge Pérez Ramírez
Libro: Vidas Paralelas: la banca y el riesgo a través de la historia (2011)
Capítulo 2: De Estambul a la toma de la Bastilla
«La introducción del crédito, que toca más al soberano darle que recibirle, ha influido más en el cambio de las potencias europeas que el Descubrimiento de las Indias».
John Law (1671-1729)
«Raramente cifran los comerciantes su seguridad en la certeza infalible de los números cuando se trata de cálculos largos o de importancia; por el contrario, se valen de la estructura artificial de los cálculos para estimar una probabilidad más exacta que la derivada del arte y la experiencia del calculista».
Tratado de la Naturaleza Humana, David Hume (1771-1776)
Sección: La Edad Moderna
La fecha del 29 de mayo de 1453 marca un punto de inflexión en la historia de occidente. Aun cuando el comercio de los puertos italianos venía debilitándose con el descubrimiento de rutas oceánicas por los portugueses, la caída de Constantinopla acabó con los últimos reductos del imperio Romano que pasaron al poder de los turcos, arruinando a los comerciantes y banqueros italianos.
Las dificultades que el control turco imponía sobre el Mediterráneo impulsó a los navegantes a acometer la circunnavegación de África y con ello el descubrimiento de una nueva vía marítima para las especias. En 1485, Bartolomé Díaz doblaba el cabo de Buena Esperanza; en 1498, Vasco de Gama llegaba a Calicut y a Camanor. Seis años antes, Cristóbal Colón tratando de llegar directamente a los países de Asia Oriental encontró América. Además de España y Portugal, otros países fronterizos con el océano conocerán una vitalidad comercial desconocida por las repúblicas italianas. Las necesidades de equipar naves de suficiente envergadura como para atravesar el océano Atlántico, junto con las guerras de religión, eran operaciones financieras que requerían de un capital para las que los bancos familiares del Medievo estaban insuficientemente dotados encontrando la necesidad de asociarse con el estado. Como consecuencia, los grandes grupos financieros comenzaron a participar en la vida política de los países, además de en las finanzas de los propios gobiernos contribuyendo de esta manera a financiar el gasto militar y haciendo negocio derivado de las guerras.
Los efectos de la llegada a América. Los cambios tecnológicos y las sociedades por acciones
Las fórmulas asociativas para abordar negocios eran antiguas. Las civilizaciones antiguas eran esencialmente agrícolas y fue el mar Mediterráneo el escenario que permitió la circulación de productos en distancias medias y largas. Durante la antigüedad griega y romana, y también durante todo el Medievo, era más seguro y barato enviar mercancías por barco que transportarlas en carros a lo largo de unas tierras con riesgos de asaltos. El desplazamiento del Mediterráneo por el Atlántico tras la llegada de los españoles a América se convirtió en factor clave para el desarrollo de las sociedades mercantiles. Este hecho derivó en una expansión mundial de la cultura europea que en parte es la base de lo que actualmente denominamos «globalización», especialmente en lo que hace referencia a sus aspectos mercantiles.
Pero también la vida europea se vio rápidamente afectada por los efectos de la llegada a América. Los navegantes que allí llegaron no buscaban más que un medio menos costoso de adquirir las tan codiciadas especias orientales. América dio a conocer a los europeos una parte de la tierra mucho más extensa y menos poblada que Europa y revolucionó sus ideas sobre las dimensiones de la tierra y las diferencias entre los pueblos.
La industria progresó en muchos países. Durante el siglo XVI la imaginación se puso a trabajar para descubrir los secretos de la naturaleza. Fue la época de inventos apoyados en el agua y el calor. La caída de agua para poner en movimiento un molino fue aplicada para cortar, pulir y laminar el metal. La invención de hornos de alta temperatura dio el medio de fundir minerales con una consistencia más regular que la empleada en el Medievo, y también permitió la construcción de cañones mucho más grandes. La invención química de la amalgama del mercurio con la plata permitió tratar de una manera poco costosa y mucho más rápida el mineral de las minas de plata descubiertas en Perú y México, cuando este mineral se agotaba en Alemania y Hungría. Gracias a los progresos en la construcción de cascos para embarcaciones y al emplazamiento de los mástiles y disposición de las velas, los barcos eran más grandes y sólidos. La invención del astrolabio para determinar la longitud y las cartas marinas (según la proyección de Mercator) permitió abordar grandes distancias y crear la «navegación de altura» a través de los océanos.
El comerciante o las asociaciones de comerciantes medievales no disponían del suficiente capital para el tipo de negocio que los tiempos requerían. Ello significó la idea nueva de un capital impersonal al servicio de una empresa, designada mucha veces con un nombre impersonal, en italiano ragio (razón social) diametralmente opuesto a los del Medievo. En lugar de ser un grupo familiar o local de personas, unidas por reglas morales, sin capital común y que trabajaban por un beneficio limitado por la costumbre, las nuevas formas de asociación se convirtieron en empresas nacionales, impersonales, que operaban con un capital común permanente, con vistas a la obtención de ganancias ilimitadas y, con frecuencia, con escasas restricciones morales.
Las primeras formas societarias occidentales modernas las encontramos ya en torno al año 1000 d.C. cuando las repúblicas de Amalfi y de Venecia tratando de incrementar su tráfico hacia Constantinopla inician la construcción de barcos de mayor envergadura. Pero este tipo de sociedades, si bien en ocasiones incluían a terceros, eran esencialmente familiares, en italiano compagnia en el sentido de cum panis (con pan) esto es, en estrecha unión donde todo se comparte, el pan y el riesgo, el capital y el trabajo. Más adelante aparece la sociedad colectiva, donde todos sus miembros son responsables solidariamente, y en principio ad infinitum, no sólo con su participación sino con todos sus bienes. Modeladas generalmente en torno a una familia, las sociedades colectivas admitían en un principio a depositantes, es el caso de la banca florentina de los Bardi, y más adelante a socios extranjeros, que aportaban capital y trabajo, que era el modelo empleado por la también florentina banca Medici. Así pues, aunque desempeñaban las mismas funciones, la fórmula de expansión bancaria mediante sucursales (los Bardi) precedió a la alternativa de filiales (los Medici).
La siguiente fórmula societaria fue la sociedad comanditaria, que deriva su nombre del latín commendo y el italiano commendare (confiar). Este tipo de sociedad fue utilizada en el siglo IX en el comercio marítimo, por el cual una persona (commendator) entregaba dinero o determinados bienes a un comerciante (tractator) que realizaba un viaje por mar con escalas en las costas. Éste hacía el negocio en su propio nombre, comprando, cambiando o vendiendo, y le daba una parte de los beneficios al commendator. Posteriormente, el contrato se extendió al comercio terrestre, en cuyo caso el comerciante recibía el dinero, o las mercancías, de una o varias personas no para un determinado viaje aislado, sino para una serie de negocios. Los aportadores de dinero no eran comerciantes, pero al hacerlo, de hecho, se convertían en tales, y el riesgo que corrían era el de perder el capital comandado. Diseñada en la Italia medieval, fueron los franceses los que mayor uso hicieron de este tipo de sociedades que lentamente fueron sustituyendo a las sociedades familiares. La comandita prosperaba en la medida que no sólo respondía a las mayores necesidades de capital que demandaban los negocios de larga distancia. También la discreción que ofrecía a sus participantes era un importante atractivo. Mediante la comandita, la nobleza y los militares se ponían a cubierto de las observaciones de los reyes acerca de sus intereses en esta o aquella empresa.
La corona inglesa se arrogaba los derechos de monopolio sobre el comercio de determinados bienes o bien los cedía a cambio de una parte de los beneficios. Con estos fundamentos, la reina de Inglaterra comenzó en la segunda mitad del siglo XVI un proceso de innovación en las fórmulas societarias. En 1505 se había creado un grupo conocido como mercaderes aventureros a los que se había concedido permiso para las cargas hacia Inglaterra procedentes de Chipre, Trípoli y Sicilia. En 1555 se fundó la Moscovy Company para las operaciones con los países escandinavos y del báltico, en 1581 la Levant Company para negociar con Turquía y en 1600 la East Indian Company. Por su parte, fue en Holanda donde, en 1602, para coordinar la navegación y el comercio con Asia se creó la VoC (Verenigde Nederlandsche Geoctroyeerle Oostindische Compagnie), literalmente Compañía Holandesa de las Indias Orientales. La VoC era una empresa que contaba con el respaldo del estado holandés y a la que, oficialmente, se le adjudicó el monopolio del comercio holandés al este del cabo de Buena Esperanza y al oeste del estrecho de Magallanes, que, además, fue la primera empresa con acciones emitidas negociadas públicamente y, en cierto sentido, fue la primera empresa multinacional.
Estas sociedades poseían un capital común que se emitía en participaciones (shares) a comerciantes y no comerciantes. Se escogía la forma de sociedad por acciones (participaciones) porque la necesidad de capital de los que tenían negocios a largo plazo relacionados con el comercio a larga distancia superaba las posibilidades de la sociedad personal y, además, así se repartían los riesgos. El hecho de que estas sociedades tuvieran su capital dividido en partes alícuotas (las acciones) no era una gran novedad en aquella Europa de mercaderes; la novedad surgió al abrirse la posibilidad de la cesión de las acciones, y más aún de su negociación en un mercado, incluida su negociación a plazo (futuros). De esta manera, la división de la propiedad de un barco se convirtió en la génesis de las modernas finanzas y de los mercados de capitales.
Muchas de estas empresas dedicadas al comercio marítimo se confundían a veces con empresas de guerra. Los armadores, con el beneplácito de sus monarcas o gobiernos, emplearon sus barcos para capturar barcos de otros estados con los que el suyo estaba en guerra. Era una práctica admitida por todos los países que todo barco de un país enemigo era una buena presa. Con el tiempo, los armadores de algunos países extendieron sus operaciones sobre países neutrales de manera que se distinguían poco de los piratas. Los armadores, especialmente los ingleses y franceses, enviaban barcos a comprar esclavos a los jefes negros de las costas de África para venderlos a las plantaciones tropicales americanas. El corso y la trata de negros respondían a ese deseo de ganancia rápida, ilimitada y con escasas restricciones morales.
España, Holanda y Portugal, como potencias de la época, estaban más interesadas en mantener los mares y océanos libres de piratería, e Inglaterra ambicionaba participar en la explotación y conquista de las nuevas rutas que españoles y portugueses controlaban. La Inglaterra de los Tudor era un país atrasado, con la monarquía en situación de bancarrota y con concesiones reales de patentes de corso que garantizaban a los corsarios una parte del botín. Como referencias históricas de estos botines quedan dos capturas famosas comandadas por Francis Drake que, por encargo de la reina Isabel zarpó el 13 de diciembre de 1577 del puerto inglés de Plymouth, al mando de una flota que incluía la nave Pelikan (más tarde denominado Golden Hind) y cuatro barcos más, para emular a Magallanes.
Entre 1577 y 1580, Drake tomó diversas colonias españolas, atacó barcos y pueblos, solicitó rescates, destruyó incipientes enclaves y creó un pánico generalizado. Inicialmente, secuestró el barco portugués Santa María, cerca de Cabo Verde, que le aportó los servicios de Nunho da Silva, experimentado piloto portugués, quien le facilitó los conocimientos técnicos mejor guardados de la época: la navegación astronómica, lo que le permitió navegar por los extraños cielos nocturnos del hemisferio sur hasta su paso por el estrecho de Magallanes. Pero no fue esta relevante transferencia tecnológica lo más importante de aquella expedición, sino la captura del barco español Nuestra Señora de la Concepción (también denominado Cocafuego) cerca del Valparaíso en la costa chilena. Cuando Drake regresó a Plymouth en 1580 el contenido de su botín supuso para los patrocinadores de la expedición un resultado de 50 libras por cada una invertida, además de las 50.000 libras y piezas de lingotes de oro que se entregaron como propiedad de la reina de Inglaterra. Este hecho fue tan relevante que Keynes lo calificó como el verdadero inicio del desarrollo económico inglés. [J. M. Keynes, Economic Possibilities for our Grandchildren, en Essays in Persuasion.]
A pesar de las hazañas de los corsarios ingleses y la vanguardia que representaron las primeras sociedades por acciones inglesas, las luchas religiosas entre los Tudor y los Estuardo impidieron el desarrollo del mercado de capitales inglés. Tampoco era posible su desarrollo en Francia o España por la situación de práctica bancarrota de sus monarquías. Por el contrario, Holanda se convirtió en el centro comercial y financiero más importante de la época y ello en plena batalla por su independencia de España que no alcanzó hasta 1648 con la paz de Westfalia, que daba por finalizada la guerra de los Treinta Años en Alemania y la de Ochenta entre España y Holanda. Holanda se convirtió en el país más avanzado de Europa, no sólo desde el punto de vista financiero, sino también agrícola.
Hasta el siglo XV la agricultura europea estaba inmovilizada por las reglas de la rotación trienal de las tierras. Las nuevas plantas llegadas de América fueron penetrando lentamente en Europa, la patata, el maíz y el tomate eran ya ampliamente utilizados a finales del siglo XVI. Fue en Holanda donde se hizo el progreso definitivo del que nació la moderna agricultura. Los holandeses, habituados a desecar las tierras inundadas cerca del mar, crearon el arte de desecar terrenos húmedos haciéndolos apropiados para el cultivo. Mediante la intercalación de cultivos de plantas forrajeras suprimieron el barbecho de las tierras y establecieron un cultivo metódico de árboles y de flores. Estos proyectos agrícolas fueron financiados y ejecutados a escala local y las ricas tierras no sólo proporcionaban unas abundantes cosechas, sino que generó una población campesina próspera sin ningún sometimiento a corona o señor feudal.
Cf. de Conectorium:
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