Francis Bacon: Aforismos sobre charlatanes
No han faltado en el mundo charlatanes y locos que, en parte por credulidad, en parte por impostura, han agobiado al humano con toda suerte de promesas y de milagros: prolongación de la vida, venida tardía de la vejez, alivio de los males, revelación de los misterios, y muchos otros por el estilo.
Publicado en 1620, el Novum Organum de Francis Bacon, su trabajo principal, es su respuesta a la lógica aristotélica, llamada Órganon, que dominaba la ideología medieval usada para el conocimiento científico. Su nuevo método se basaba en la experiencia científica; por eso esta obra, en la que Bacon se tira contra los “ídolos” y prejuicios que obstruyen el conocimiento, es capital en la historia del empirismo. Pero sobre esto se puede encontrar mucha información en otros lugares.
Escrita en neolatín, la versión del latín usada después de la Edad Media como principal lenguaje científico a nivel internacional, esta traducción, que parece ser la primera al español (al castellano, si estuviésemos en España), fue hecha por el escritor, periodista y político catalán Cristobal Litrán Canet, en 1892, por encargo de la Biblioteca Económica Filosófica, que por entonces llevaba 22 años en el mercado. Esta fue fundada por el también republicano y traductor, periodista y escritor español, Antonio Zozaya y You, cuando tenía solo 20 años, como una serie económica “para ser vendidas a un mínimo precio”—el objetivo es clarísimo. En 1943, a la edad de 84 años, don Antonio fallecía dejando una serie de casi 100 libros servidos y más de 8000 artículos publicados. Sea esta serie un agrado a estos dos mensajeros y buscadores del conocimiento.
Capítulo 1 de nuestra serie Cripto, Creators y Charlatanes.
Libro: Novum Organum
> Libro 1: Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y el reino del hombre
>> Aforismos 86-87
Publicado en 1620
Traducción de Cristobal Litrán Canet (1892)
86
La admiración de los hombres por las artes y las doctrinas, por sí misma bastante sencilla y casi pueril, se ha acrecentado con el artificio y la astucia de los que han fundado y propagado las ciencias. Nos las dan tan ambiciosamente y con tanta afectación nos las presentan a la vista, de tal suerte vestidas y con tan buena figura, que cualquiera las creería perfectas y del todo acabadas. Por su marcha y sus divisiones, parece que encierran y comprenden cuanto su objeto comporta. Y aunque sus divisiones están pobremente completadas y sus títulos reposen sobre cajas vacías, esto no obstante, para la inteligencia vulgar, tienen la forma y la apariencia de ciencias acabadas y completas.
Pero los que de los primeros, y en los tiempos más remotos, buscaban la verdad con mejor fe y con más éxito, tenían la costumbre de encerrar los pensamientos que habían recogido en su contemplación de la naturaleza en aforismos o breves sentencias esparcidas, que no ligaba método alguno; aquellos hombres no hacían profesión de haber abrazado toda la verdad. Pero de la manera como hoy se procede, no hay que sorprenderse de que los hombres nada busquen fuera de lo que se les da como obras perfectas y absolutamente acabadas.
87
Las doctrinas antiguas han visto acrecentarse su consideración y autoridad por la vanidad y ligereza de los que propusieron novedades, sobre todo en la parte activa y práctica de la filosofía natural; pues no han faltado en el mundo charlatanes y locos que, en parte por credulidad, en parte por impostura, han agobiado al género humano con toda suerte de promesas y de milagros: prolongación de la vida, venida tardía de la vejez, alivio de los males, corrección de los defectos naturales, encantamiento de los sentidos, suspensión y excitación de los apetitos, iluminación y exaltación de las facultades intelectuales, transformación de las substancias, multiplicación de los movimientos, acrecentamiento a voluntad de su potencia, impresiones y alteraciones del aire, gobierno y dirección de las influencias celestes, adivinación del porvenir, reproducción del pasado, revelación de los misterios, y muchos otros por el estilo. Alguien ha dicho de esos autores de promesas sin equivocarse mucho en nuestra opinión, que existe en filosofía tanta diferencia entre esas quimeras y las verdaderas doctrinas, como la que existe en historia entre las proezas de Julio César y de Alejandro el Grande, y las proezas de Amadís de Gaula o de Arturo de Bretaña. En realidad aquellos ilustres capitanes hicieron cosas más grandes que las que se atribuyen a los héroes imaginarios, pero por medios menos fabulosos y en los que no entra tanto el prodigio. Sin embargo, no sería justo negarse a creer lo que hay de verdad en la historia porque las fábulas vengan a menudo a alterarla y corromperla. De todos modos no hay por qué sorprenderse de que los impostores que hicieron tales tentativas hayan ocasionado grave perjuicio a los nuevos esfuerzos filosóficos (sobre todo aquellos que prometían ser fecundos en resultados), hasta el punto de que el exceso de su picardía y la repugnancia que ha producido, anticipadamente han quitado toda grandeza a empresas de ese género.
Comments ()