Séneca sobre el viento (o, sobre la locura)
¿Por qué armamos a los pueblos? ¿por qué formamos esos ejércitos y los ponemos en orden de batalla sobre las olas? ¿por qué inquietamos los mares? ¡Tan pequeña es la tierra para nuestras discordias! La fortuna nos trata con excesiva dulzura; nos da cuerpos demasiado robustos y salud demasiado feliz.