Aristóteles: el bien y la felicidad como fines
Todo conocimiento y elección tienden a un bien; la Política tiende al más elevado de todos los que se alcanzan mediante la acción: la felicidad. Eso, y un examen de la frase que dice que «la finalidad no es el conocimiento, sino la práctica».
Escrito en el siglo 4 a. C., la Ἠθικὰ Νικομάχεια, Ethika Nikomacheia, es la obra más conocida de Aristóteles. Consiste en diez pergaminos que tratan sobre cómo deben vivir los hombres, basado en notas de sus disertaciones en el Liceo de Atenas. Se asume que el título de la obra se refiere a su hijo Nicómaco. Junto con la Magna Moralia y la Ética a Eudemo, cuyos libros 4-6 coinciden en contenido con los libros 5-7 de la Nicomáquea, forman el conjunto de los tratados éticos de Aristóteles.
La traducción servida líneas abajo, de los primeros 4 capítulos del libro, y donde Aristóteles menciona a Platón, fue hecha por José Luis Calvo (2001, Alianza Editorial), directamente desde el griego. Elegida en esta ocasión por un detalle especial: el juego y el uso de las palabras que hace el traductor, parecidos a lo que se hace en el algunas traducciones al inglés, y esclarecedor para lo que sigue. En el capítulo 3, Aristóteles es traducido diciendo: “es propio de un hombre instruido buscar la exactitud en cada género sólo hasta donde lo permite la naturaleza del objeto”. En inglés, esta frase, mal traducida y sacada de contexto por un grupo de gente que nunca ha leído a Aristóteles, da vueltas en las redes sociales del mundo del hussle/startup/cripto y otros get-rich-or-die-trying/get-rich-quick schemes, como “it is the mark of an educated mind to entertain a thought without accepting it”. Me pregunto si sus repetidores serán lo suficientemente educados para no creer lo que se dice en línea, “buscar la exactitud”, el rigor, y acudir a las fuentes. Aunque creo que es pedir mucho. Eso sí, me entretengo con la frase y acepto su belleza, su certeza, su precisión y su solidez. La segunda frase, digamos, polémica, de este libro, es la que reza “que la finalidad no es el conocimiento, sino la práctica”; en inglés circula en el mismo mundo juvenil como “the purpose of knowledge is action, not knowledge”, pero el amor al conocimiento, en sí mismo, no tiene propósito, y a lo que se refiere el antiguo griego es al propósito del estudio de la Política, para la cual “el joven no es un alumno apropiado porque carece de experiencia”, y porque “se deja llevar por las pasiones”; lo que es una descripción exacta de los ingenuos y bullshitter actores y promotores de estos movimientos.
Parte de nuestra serie Cripto, Creators y Charlatanes, de la cual es su sexto capítulo.
Tratado: Ética a Nicómaco
> Libro 1
>> Capítulos 1-4
Redactado y publicado en el siglo 4 a.C.
Traducción de José Luis Calvo (2001)
I.
Parece que toda arte y toda investigación, e igualmente toda actividad y elección, tienden a un determinado bien; de ahí que algunos hayan manifestado con razón que el bien es aquello a lo que todas las cosas aspiran. Aunque es claro que existe una diferencia entre los fines: en efecto, en unos casos hay actividades, mientras que en otros hay ciertas realizaciones que acompañan a éstas. En los casos en que acompañan a las actividades determinados fines, en éstos son mejores por naturaleza las realizaciones que las actividades. Mas como quiera que son numerosas tanto las actividades, como las artes y las ciencias, numerosos resultan ser también los fines: en efecto, el de la medicina es la salud, de la construcción naval un navío, de la estrategia la victoria y de la economía la riqueza. Y entre las de esta clase, cuantas caen bajo una sola facultad (como, por ejemplo, la fabricación de frenos y cuantas se ocupan de la fabricación de instrumentos hípicos caen bajo la Hípica —y ésta, lo mismo que toda actividad bélica, cae bajo la Estrategia—, y, de la misma manera unas se subordinan a otras diferentes), en absolutamente todas las artes, claro está, los fines de las directivas[1] son preferibles a los de cuantas se subordinan a ellas, pues éstas se buscan por causa de aquéllas. Y nada importa que los fines de las acciones sean las propias actividades o que haya algún otro además de ellas, como en el caso de las ciencias aludidas.
Nota del Traductor: Aristóteles utiliza aquí el término architektonikaí, dentro de la jerarquía de las Ciencias, para las que están en posición dominante. Lo mismo hace en Física 194b2 ss. Son expresiones metafóricas, como era el de basiliké para la Política en Platón (Político 261c). ↩︎
II.
Pero, claro está, si en el ámbito de nuestras acciones existe un fin que deseamos por él mismo —y los otros por causa de éste— y no es el caso que elegimos todas las cosas por causa de otra (pues así habrá un progreso al infinito, de manera que nuestra tendencia será sin objeto y vana), es evidente que ese fin sería el bien e, incluso, el Supremo Bien. ¿Acaso, entonces, el conocimiento de éste tiene una gran importancia para nuestra vida y alcanzaremos mejor lo que nos conviene como arqueros con un blanco? Si ello es así, habrá que intentar captar, al menos mediante un bosquejo, cuál es este fin y a cuál de las ciencias o facultades pertenece[1]. Parecería que pertenece a la más importante y a la directiva por excelencia, y es manifiesto que ésta es la Política, pues es ella la que ordena qué ciencias tiene que haber en las ciudades y cuáles debe aprender cada uno y hasta dónde. Y vemos que las facultades más estimadas caen bajo ésta, como la Estrategia, la Economía y la Oratoria. Y como ésta se sirve del resto de las ciencias e incluso establece las normas sobre qué se debe hacer y de qué cosas hay que abstenerse, el fin de ésta incluiría los de las demás, de manera que éste sería el bien propio del hombre. Porque si es el mismo para un individuo y para un Estado, mejor, desde luego, y más perfecto parece ser el del Estado como para obtenerlo y conservarlo: es deseable incluso para un solo individuo, pero mejor y más divino para un pueblo y para los Estados. Pues bien, nuestra investigación apunta a esto y, en cierto modo, atañe a la Política.
N.T.: Es decir, de las ciencias teóricas (epistémai) o prácticas (dynámeis). ↩︎
III.
Se haría una descripción suficiente, si se alcanzara claridad completa en lo que se refiere a la materia subyacente, pues no hay que buscar la precisión por igual en todas las disciplinas, como tampoco tiene que hacerse en los objetos de las artes manuales[1]. Y lo bueno y lo justo, que es sobre lo que realiza la Política su indagación, presenta muchas diferencias e incertidumbres, de tal manera que parece existir solamente por convención y no por naturaleza. Incluso los bienes contienen una incertidumbre semejante por el hecho de que a muchos les sobrevienen daños como consecuencia de ellos: en efecto, algunos han perecido por culpa de la riqueza y otros de la valentía. Por consiguiente, nos contentaremos con explicar la verdad grosso modo y en bosquejo, ya que hablamos sobre cosas así y partiendo de cosas así[2]; y ya que hablamos sobre cosas generales, y a partir de ellas, contentémonos con obtener deducciones de esta misma clase. Y, claro, es menester que se acepte de esta misma manera cada una de las afirmaciones que hacemos: es propio de un hombre instruido buscar la exactitud en cada género sólo hasta donde lo permite la naturaleza del objeto. Pues el aceptar que un matemático hable para convencer es como pedir demostraciones a un orador. Cada uno juzga bien aquello que conoce y de esto es buen juez: por ende, en lo particular, lo será el hombre educado en ello, y en lo general, el hombre educado en todos los temas. Por eso el joven no es un alumno apropiado de Política, porque carece de experiencia en las acciones de la vida, y las argumentaciones parten de éstas y versan sobre ellas. Más todavía, como el joven se deja llevar por las pasiones, escuchará en vano y sin provecho, ya que la finalidad no es el conocimiento, sino la práctica. Y no hay diferencia alguna entre el joven de edad y el que es inmaduro de carácter, pues el defecto no acompaña al tiempo, sino que se debe al hecho de vivir y perseguir cada cosa de acuerdo con la pasión. Para los de esta clase el conocimiento resulta sin provecho, lo mismo que para los incontinentes; en cambio, para quienes realizan sus apetitos y obran conforme a la razón sería muy provechoso tener estos conocimientos. Quede esto como prólogo sobre el alumno e, igualmente, sobre cómo hay que aceptarlo y cuál es nuestra propuesta.
[Nota en la traducción al inglés de Harris Rackham (1932, nota traducida al español en Conectorium): καλόν es un término de admiración aplicado a lo que es correcto, especialmente (1) cuerpos con buena forma y obras de arte o artesanías bien hechas, y (2) acciones bien hechas; por lo tanto significa (1) bello, (2) éticamente correcto.] ↩︎
N.T.: Es decir, cosas inciertas. ↩︎
IV.
Ya que todo conocimiento y elección tienden a un bien, expongamos, para resumir, qué es aquello a lo que decimos que tiende la Política y cuál es el más elevado de todos los bienes que se alcanzan mediante la acción. Pues bien, sobre el nombre hay prácticamente acuerdo por parte de la mayoría: tanto la gente como los hombres cultivados le dan el nombre de «felicidad»[1] y consideran que «bien vivir» y «bien-estar»[2] es idéntico a «ser feliz». Pero sobre la felicidad —qué cosa es— ya disputan y la gente no lo explica de la misma manera que los sabios. En efecto, unos la consideran una de las cosas visibles y manifiestas, como el placer, la riqueza o el honor; otros, otra cosa —y a menudo una misma persona la tiene por cosas diferentes: la salud, cuando está enfermo, y la riqueza cuando es pobre—. Mas si son conscientes de su propia ignorancia, admira a los que dan una explicación imponente y superior a ellos: algunos pensaban que, además de todos esos bienes, existe otro por sí mismo, el cual es causa de que todos ellos sean bienes[3].En fin, quizá resulte vano investigar todas las opiniones y sea suficiente hacerlo con las más destacadas o las que parecen admitir alguna clase de argumentación. Mas no debe pasarnos inadvertido que hay diferencia entre los argumentos que proceden de los principios y aquellos que conducen a los principios. Ya Platón se cuestionaba esto correctamente y trataba de indagar si el método consiste en partir de los principios o ir hacia los principios—lo mismo que la carrera en el estadio: desde los árbitros hacia el extremo o al revés—. Desde luego hay que comenzar por las cosas cognoscibles; pero éstas son de dos clases: cognoscibles para nosotros y en sentido absoluto[4], por lo que quizá debemos comenzar por las cosas conocidas para nosotros. Por eso debe tener una buena educación en sus costumbres aquel que se dispone a oír con suficiencia sobre el bien y lo justo—y, en general, sobre Política—. Porque el principio es el «qué», y si éste quedara suficientemente claro, no hará ninguna falta el «porqué». Y una persona así ya tiene, o podría captar fácilmente, los principios. En cambio, aquel que carece de ambas cosas, que escuche las palabras de Hesíodo:
“De todos el mejor es éste: quien lo comprende todo por sí mismo;
bueno, a su vez, quien obedece al que bien dice.
Mas quien no comprende por sí mismo, ni oyéndoselo a otro, lo pone en su interior,
éste es, por su parte, un hombre inútil”[5]
[Nota de Conectorium: esta palabra es la famosa εὐδαιμονία que tanto debate ha suscitado en la comunidad de filólogos y traductores, y que en casi todos los idiomas y casi todas las veces ha sido traducida como “felicidad”, aunque en un sentido de “prosperidad” o “bienestar” o “buena fortuna”.] ↩︎
N.T.: La expresión que se utiliza aquí (eû práttein) significa ‘irle bien a uno’, ‘encontrarse o estar bien’ y se refiere, por tanto, a un estado resultante del bien obrar; de ahí que para conservar el paralelismo de las expresiones griegas haya preferido emplear el verbo español «estar». ↩︎
N.T.: Es la Idea de Bien platónica. ↩︎
N.T.: Esta distinción aparece en el Prólogo de la Física (184a18 ss.). ↩︎
N.T.: Cf. Trabajos, 293-296. ↩︎
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