Albert Einstein sobre el sionismo y Palestina
Mi visión del mundo es una colección de escritos dispersos de Albert Einstein que reúne artículos, discursos, cartas, entrevistas y otros textos donde el científico expresó, más allá de su visión científica, su opinión y su filosofía. Fue publicado por primera vez en 1934, un lustro antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en la que la barbarie también se vio afectada por la Revolución Industrial y fue sistematizada, en la que el pueblo judío, apenas décadas después de sentir que el antisemitismo estaba llegando a su fin en el mundo occidental, sufrió la peor de sus pesadillas, de la cual despertó para hacer realidad el más grande de sus sueños. Sobre este sueño, construido en Palestina, discurseó en varias oportunidades Albert Einstein —judío asquenazi—, y eso es lo que leemos hoy. Dejo que las traductoras del texto, Marianne Bübeck y Sara Gallardo, nos hagan la introducción:
“Albert Einstein se incorporó a las filas del sionismo hacia 1920, como reacción al anti-semitismo que en Alemania empezó a crecer de forma alarmante a partir del final de la primera guerra mundial. En la primavera de 1921 viajó a Nueva York, en compañía del más tarde primer presidente de Israel, el profesor Chaim Weizmann (1874-1952). En Estados Unidos participaron en numerosos actos destinados a recaudar dinero para el Fondo Nacional Judío y para la Universidad hebrea de Jerusalén. Einstein pisó por primera vez tierra judía en febrero de 1923, tras un viaje a China y Japón. En Jerusalén vivió invitado en casa del comisionado británico, vizconde Herbert Samuel. El segundo viaje a Norteamérica lo realizó en diciembre de 1930, el tercero en otoño de 1931. Los discursos 1, 2 y 3 fueron pronunciados en Estados Unidos en 1931 y 1932. El cuarto discurso lo leyó en 1921 en Berlín, al regresar de su viaje por Norteamérica. El quinto fue pronunciado seguramente más tarde, pero antes de que se estableciera definitivamente en Princeton, es decir, antes de 1933.”
Nosotros vamos a cambiar el orden de los factores, y también el producto. Leemos los discursos, no en el orden del libro, sino en orden cronológico, y en ese orden avanzamos en la opinión de Einstein sobre el proyecto sionista en Palestina, opinión que se fue moldeando con el paso de los hechos y los años, y que luego no fue registrada en este libro publicado antes de la existencia del estado de Israel. Veremos cómo la ilusión por un proyecto nacional y cultural, que incluye una gran universidad, se va tornando en lo que se tornan todas las ilusiones que nacen olvidando la naturaleza del comportamiento humano.
Libro: Mi Visión del Mundo
> Discursos sobre la construcción de Palestina
Discursos hechos entre 1921 y 1932.
Traducción de Marianne Bübeck y Sara Gallardo (1980)
4 [1921]
Hace dos mil años que la única propiedad del pueblo judío es su pasado. Este pueblo disperso por el mundo estaba unido por un solo lazo: su tradición, cuidadosamente conservada. Es cierto que como individuos muchos judíos han creado obras importantes dentro de la cultura. Pero el pueblo judío como conjunto parecía carecer de la fuerza necesaria para una gran empresa colectiva.
Todo ha cambiado ahora. La historia nos ha atribuido un noble trabajo, que es la construcción de Palestina entre todos. Compañeros fuera de lo común están trabajando ya con todas sus fuerzas en la materialización de este objetivo. Se nos ofrece la posibilidad de instalar focos de civilización que el pueblo judío entero pueda contemplar como su propia obra. Tenemos la profunda esperanza de establecer en Palestina un lugar para las familias y para una civilización nacional propia, que permita despertar el Cercano Oriente a una vida económica e intelectual.
La meta de los líderes sionistas no es política sino social y cultural. La vida comunitaria deberá ser una aproximación al ideal social de nuestros antepasados, tal como nos lo muestra la Biblia, pero al mismo tiempo deberá ser una ciudad de vida intelectual moderna, un centro intelectual para los judíos de todo el mundo. La fundación de una universidad judía en Jerusalén representa, dentro de esta concepción, uno de los fines primordiales de la organización sionista.
En los últimos meses viajé a Estados Unidos para ayudar a constituir la vida material de esta universidad. El éxito de la campaña surgió de ella misma. Gracias a la actividad incansable y la generosidad sin límites de los médicos judíos, recogimos medios suficientes para emprender la construcción de una facultad de medicina y empezamos de inmediato los trabajos preparatorios para ello. Si juzgamos por los resultados actuales, no cabe duda de que obtendremos las estructuras materiales para realizar otras facultades, y eso muy pronto. La facultad de medicina estará concebida sobre todo como un Instituto de Investigación. Actuará en forma directa para el saneamiento del país, función indispensable en la empresa.
La enseñanza de alto nivel se desarrollará más adelante. Se cuenta ya con un número de sabios capaces de asumir la responsabilidad de una cátedra en la universidad, de modo que la fundación de una facultad de medicina no ofrece problemas. Quiero hacer constar, sin embargo, que se ha previsto para la universidad un fondo completamente independiente, separado de los capitales necesarios para la construcción del país. Durante los últimos meses y gracias al esfuerzo incansable del profesor Weizmann y de otros jefes sionistas de América, han podido reunirse sumas muy importantes debidas sobre todo a donaciones de la clase media. Concluyo con un llamado vehemente a los judíos alemanes. Que a pesar de la terrible situación económica actual contribuyan con todas sus fuerzas a la creación de un hogar judío en Palestina. No es una obra de caridad sino algo que concierne a todos los judíos. Su logro será para todos la ocasión de una alegría imposible de expresar.
1 [1931]
Hace diez años tuve la alegría de visitarlos por primera vez. Era para fomentar la idea de sionismo, y casi todo estaba en estado de proyecto para el futuro. Hoy podemos volvernos a contemplar esos diez años con satisfacción. Porque durante ellos los esfuerzos coordinados de todo el pueblo judío consiguieron poner en pie en Palestina un hermoso trabajo de reconstrucción, mucho mayor que todo lo que pudimos esperar entonces.
Hemos superado además, y con éxito, la dura prueba que nos impusieron los acontecimientos de los últimos años. El trabajo dirigido a una meta noble lleva siempre al éxito. Las últimas declaraciones del gobierno inglés significan la vuelta a una concepción más justa de nuestra situación: lo reconocemos con gratitud.
Pero no hay que olvidar la lección de esta crisis: establecer una cooperación satisfactoria entre árabes y judíos no es problema inglés sino nuestro. Nosotros, es decir judíos y árabes, nosotros mismos tenemos que ponernos de acuerdo respecto a las exigencias de ambos pueblos para una vida comunitaria. Una solución justa y satisfactoria para las dos partes debe basarse en esta convicción: el objetivo capital y espléndido cuenta tanto como el trabajo mismo. Pensemos en el ejemplo de Suiza, que representa un grado superior en el desarrollo del Estado precisamente porque está constituida por varios grupos nacionales.
Queda mucho por hacer, pero uno de los puntos más deseados por Herzl ya se ha cumplido. El trabajo por Palestina ha ayudado al pueblo judío a encontrar la solidaridad y el optimismo necesarios para toda vida sana de una organización. Quien quiera verlo, lo tiene ante los ojos.
Todo cuanto hagamos por la obra común redundará no solo en bien de nuestros hermanos de Palestina sino en la moral y la dignidad de todo el pueblo judío.
2 [1931]
Nos hemos reunido hoy para conmemorar a una comunidad milenaria, sus problemas y su futuro. Es una comunidad de tradición moral, que en momentos de tribulación demostró siempre su fortaleza y su amor a la vida. De ella han salido hombres que encarnaron la conciencia del mundo occidental, y que defendieron la dignidad humana y la justicia.
Mientras esta comunidad nos importe, se perpetuará para salud de la humanidad, aunque su organización no sea formal. Hace algunas décadas hombres de claro entendimiento, como Herzl, pensaron que teníamos necesidad de un centro espiritual desde el cual mantener el sentimiento de solidaridad en los tiempos más difíciles. De allí surgió la idea sionista y la obra de asentarse en Palestina, cuya realización, o al menos cuyo prometedor comienzo está ante los ojos.
He visto con satisfacción y alegría hasta qué punto ella contribuye al saneamiento del pueblo judío. Minoritario dentro de las naciones que habita, este está expuesto no solo a dificultades extremas sino a peligros íntimos de tipo psicológico.
Durante los últimos años la obra de construcción conoció una crisis que pesó gravemente sobre todos, y todavía no ha sido superada. Pero las últimas noticias demuestran que el mundo, y en particular el gobierno inglés, están dispuestos a reconocer lo que significa nuestra búsqueda de la meta sionista. En este mismo momento tenemos un pensamiento de gratitud hacia Weizmann, que ha permitido el éxito de la causa por una devoción y una prudencia totales.
Las dificultades tuvieron también consecuencias benéficas. Han ratificado el poder de los lazos que unen a los judíos de todos los países, sobre todo en cuanto concierne a nuestro destino. Han aclarado nuestro modo de ver el problema palestino, limpiándolo de las impurezas de una ideología nacionalista. Quedó claramente proclamado que nuestro objetivo no es la creación de una comunidad política, sino que conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes. Es la ocasión de probar lo aprendido a través de milenios en nuestro dificultoso pasado. Si descubrimos el recto camino triunfaremos, y podremos dar un bello ejemplo a todos los pueblos. Lo que hacemos por Palestina lo hacemos también por la dignidad y la moral de todo el pueblo judío.
3 [1932]
Me alegra tener la ocasión de decir unas palabras a la juventud de este país fiel a los objetivos del judaísmo. No os dejéis desanimar por las dificultades con que hemos tropezado en Palestina. Situaciones como esa sirven de experiencias indispensables para el dinamismo de nuestra comunidad.
Hemos criticado con justicia algunas declaraciones y medidas adoptadas por el gobierno inglés. No nos debe bastar con esto sino que debemos extraer una lección de ellas.
Especial atención merecen nuestras relaciones con el pueblo árabe. Fomentándolas podremos evitar en el futuro la formación de tensiones peligrosas, que podrán ser utilizadas para provocar ataques de nuestros enemigos. Es una meta fácil de alcanzar ya que nuestra tarea se ha encarado de modo que favorezca también a los árabes.
De tal modo conseguiremos evitar esa situación que tan catastrófica es para unos como para los otros de recurrir al arbitraje de la potencia mandataria. Manteniéndonos en este espíritu seguiremos la voz de la sabiduría, pero también la voz de las tradiciones que dan sentido y fuerza a la comunidad judía. Pues esta comunidad no es política ni debe llegar a serlo. No existe más que como fuerza moral. Y solo en esa tradición puede encontrar nueva energía. Solo en esa tradición tendrá razón de ser.
5 [1932]
Palestina no es para nosotros, judíos, una obra de caridad o una empresa de tipo colonial, sino un problema fundamental, del interés de todo nuestro pueblo. Y antes que nada: Palestina no es un refugio para los judíos orientales [desde Europa del Este hasta Rusia], sino la corporización resurrecta del sentimiento de comunidad nacional de todos los judíos. ¿Será oportuno y necesario reforzar ese sentimiento de comunidad? Es una pregunta a la que no quiero contestar guiado por un movimiento reflejo: daré razones sólidas.
Y digo sí, sin reservas. ¡Analicemos rápidamente el desarrollo de los judíos alemanes durante los últimos cien años! Hace un siglo nuestros antepasados vivían, salvo raras excepciones, en el gueto. Eran pobres, carecían de derechos políticos, y estaban apartados de los no judíos por una serie de tradiciones religiosas, de conformismo, y de jurisdicciones limitatorias. Aún en su vida intelectual se atenían a los límites de su propia literatura. Estaban poco o superficialmente enterados del poderoso impulso que la vida intelectual de Europa había experimentado a partir del Renacimiento. Pero nos llevaban ventaja en un punto: cada uno pertenecía por entero a la comunidad de la que se sentía miembro. Vivía y se expresaba dentro de una comunidad que no le exigía nada que fuera ajeno a su modo natural de pensar. Nuestros antepasados de ese tiempo aparecían hasta atrofiados física o intelectualmente, pero socialmente tenían un envidiable equilibrio moral.
Entonces vino la emancipación. Trajo de pronto al individuo insospechadas posibilidades de progreso. Cada cual conseguía por sí ubicarse en las capas sociales y económicas más altas. Habían asimilado con devoción las conquistas creadas por el arte y la ciencia de Occidente. Participaban con fervor en ese impulso, creando a su vez ellos mismos obras de valor perdurable. Pero adoptaron las formas exteriores del mundo no judío para ello, y progresivamente fueron apartándose de sus tradiciones religiosas y sociales, incorporándose costumbres, hábitos, modos de pensar extraños al mundo judío. Podía pensarse que se asimilarían completamente a los pueblos entre los cuales vivían, más numerosos en cantidad y mejor organizados cultural y políticamente, podía parecer que a las pocas generaciones no subsistirá nada del mundo judío. Pareció inevitable una desaparición completa del pueblo judío en Europa Central y Occidental.
Pero nada de eso ocurrió. Los instintos de las nacionalidades diferentes parecerían impedir esa fusión completa, la adaptación de los judíos a los pueblos europeos entre los que vivían, a sus idiomas, a sus costumbres, y hasta en parte a sus formas religiosas, no logró disipar esa sensación de ser extranjero que se mantiene entre el judío y las comunidades europeas hospedantes. En última instancia, ese innato sentimiento de extranjería constituye la base del antisemitismo. Y ningún tratado, por mejores intenciones que tenga, conseguirá extirparlo del mundo. Pues las nacionalidades no quieren mezclarse, quieren seguir sus destinos. Y solo la comprensión y la indulgencia recíprocas logran instaurar situaciones de paz.
Es esta la razón por la que importa que los judíos retornemos conciencia de nuestra existencia como nacionalidad, y que volvamos a adoptar ese amor propio necesario para una vida plena. De nuevo tenemos que aprender a interesarnos lealmente por nuestros antepasados, por nuestra historia, y como pueblo asumir misiones que subrayen nuestro sentimiento de comunidad. No basta que participemos como individuos en el progreso de la humanidad, sino que asumamos esos problemas propios de las comunidades nacionales. Tal es la situación para un judaísmo que se quiera social otra vez.
Los invito y les ruego que consideren el movimiento sionista desde ese punto de vista. La Historia nos ha encomendado la reconstrucción cultural y económica de nuestra tierra de origen. Hombres llenos de esperanzas y de ilusión nos han preparado la tarea, y muchos son los compañeros dispuestos a colaborar activamente en ella. ¡Que cada uno de ustedes pueda comprender su importancia, y aportar todas sus fuerzas para llevarla a cabo!
Sobre este “sentimiento de extranjería”, Einstein escribió en una carta al Ministro del Estado de Baden, Willy Hellpach, en 1929: “Cuando llegué a Alemania, hace quince años, descubrí por primera vez que era judío, y ese descubrimiento provino de los no judíos más que de los judíos”. La carta era una respuesta a un discurso de Hellpach. Sigo aquí lo que dijo el ministro, doctor y periodista, según las traductoras:
“Por desgracia tuve pocas ocasiones para conversar con Einstein. Me impresionó sobre todo su individualidad original, su fe casi infantil en la verdad, y su dificultad para ver la proporción real de las cosas de la vida pública. He notado lo mismo en matemáticos y en investigadores de la naturaleza. En particular, el matemático y el físico teórico, acostumbrados a una lógica deductiva del pensamiento, no saben qué hacer cuando se enfrentan a la vida comunitaria de los hombres, que no se atiene a dicha lógica... El sionismo refleja en su desarrollo los mismos defectos que podemos observar en otros nacionalismos. Todos los nacionalismos que conocemos empiezan llenos de ilusiones y acaban llenos de pasión, proceso a lo largo del cual el idealismo se convierte en fanatismo”.
Einstein, en otro texto de su Visión escribe que hay que combatir “contra esas oleadas de nacionalismo retrógrado y egoísta que llenan el mundo de hoy extendiéndose hasta el pequeño mundo de la Construcción de Palestina”. Al final, el nacionalismo retrógrado y el fanatismo hicieron lo que hacen siempre con todos los grandes movimientos: lo tomaron. Pasa que los fanáticos son más bulliciosos y empecinados, los demás prefieren hacerse a un lado y terminan —a riesgo de continuar rimando— decepcionados.
Poco antes del inicio oficial de la Segunda Guerra Mundial, Einstein discurseó lo siguiente ante 3000 sionistas en un hotel en Times Square (lo que sigue ya no está en el libro):
Nuestra deuda con el sionismo [1938]
Raras veces, desde la conquista de Jerusalén por Tito, la comunidad judía ha conocido un período de agresión más dramático que el que reina en nuestros días. En ciertos aspectos desde luego nuestra época es aún más turbulenta, porque las posibilidades de emigración son para el hombre más limitadas hoy que entonces. Pero sobreviviremos también a este período, no obstante la pesadumbre y las duras pérdidas que nos ocasione en vidas humanas. Una comunidad como la nuestra, que lo es sólo en virtud de la tradición, puede ser reforzada únicamente mediante la ayuda desde afuera. Pues ahora cada judío siente que su condición de tal significa que se le obliga a soportar una seria responsabilidad no ya con su propia comunidad sino también frente a la humanidad. Ser judío representa, en primer término, que debe reconocer y seguir en la práctica los principios fundamentales de la humanidad formulados en la Biblia, principios básicos sin los cuales ninguna comunidad de hombres sanos y felices puede existir.
Nos reunimos en estos instantes a causa de nuestra preocupación por el desarrollo de Palestina. En esta hora hay que insistir ante todo en un aspecto: el judaísmo tiene una gran deuda de gratitud con el sionismo. El movimiento sionista ha reanimado entre los judíos los sentimientos de comunidad. Ha realizado una obra creadora que supera todas las esperanzas que se podrían ambicionar. Esta obra creadora en Palestina, a la cual contribuyeron, plenos de abnegación, los judíos del mundo entero, ha salvado a un gran número de nuestros hermanos de la indigencia más cruel. En particular fue posible dirigir una parte muy considerable de nuestra juventud hacia una vida de trabajo apacible y productivo.
Ahora bien, la enfermedad fatal de nuestro tiempo —el nacionalismo exagerado, sostenido por el odio ciego— condujo a nuestra obra contra un escollo en extremo difícil. Los campos cultivados durante el día deben ser custodiados por la noche con las armas, frente a los fanáticos árabes, conceptuados fuera de la ley. Toda la vida económica experimenta inseguridad. El espíritu de empresa languidece y cierto número de desocupados ha aparecido (modesto si se lo compara con las cifras americanas). La solidaridad y la confianza con que nuestros hermanos de Palestina enfrentan esas dificultades merecen nuestra admiración. Las contribuciones voluntarias de parte de quienes tienen empleo mantienen a los desocupados. La moral permanece elevada en la seguridad de que la razón y la calma terminarán por afianzarse de nuevo. Todos saben que los motines se fomentan artificialmente por quienes están interesados en crear desórdenes no sólo a nosotros sino en especial a Inglaterra. No es un secreto para nadie que el bandolerismo cesaría si los subsidios extranjeros fuesen eliminados.
Nuestros hermanos de los restantes países no son de ningún modo inferiores a los de Palestina. Ellos tampoco pierden el coraje; al contrario, se mantienen resueltos y firmes detrás de la obra común. No hay por qué insistir en ello.
Además, una opinión personal sobre el problema de la partición. Me gustaría más contemplar un acuerdo razonable con los árabes, sobre la base de la vida compartida y en paz, que la creación de un estado judío. Dejando a un lado las consideraciones prácticas, mi concepción de la naturaleza esencial del judaísmo se opone a la idea de un estado judío con fronteras, ejército y un grado de poder temporal, por modesto que fuera. Estoy espantado al pensar en el daño interno que sufrirá el judaísmo, sobre todo por el desarrollo de un nacionalismo estrecho en el interior de nuestras propias filas, contra el cual hemos estado siempre obligados a luchar enérgicamente, aun sin un estado judío. No somos ya los judíos del período de los Macabeos. Volver a convertirnos en una nación en el sentido político de la palabra equivaldría para nosotros a separarnos de la espiritualización de nuestra comunidad, que debemos al genio de nuestros profetas. Si alguna necesidad externa nos forzara después de todo a sobrellevar esta tarea, hagamos la partición con tacto y paciencia.
Todavía una palabra respecto a la presente actitud psicológica del mundo en general, de la que depende también nuestro destino judío. El antisemitismo ha sido siempre el medio menos costoso empleado por las minorías egoístas para engañar al pueblo. Una tiranía fundada en tal impostura y mantenida por el terror debe inevitablemente perecer a causa del veneno que ella misma engendra. La injusticia acumulada fortalece las fuerzas morales en el hombre y conduce a la liberación y a la purificación de la vida pública. Ojalá pueda nuestra comunidad, por su sufrimiento y su obra, contribuir a desencadenar esas fuerzas liberadoras.
Siete años después, las fuerzas liberadoras aliadas descubrían al mundo el horror perpetrado por el nacionalismo del Tercer Reich. La opinión pública de Occidente, cargada de culpa, clamaba por la existencia de un estado judío. En 1944, un tal Menájem Beguín, nacido en Bielorrusia, se había convertido en el máximo líder del Irgún (aka Etzel), una organización paramilitar sionista que llevó a cabo ese año una rebelión contra el Mandato Británico, y contra ellos plantaron una bomba en 1946 en el Hotel Rey David de Jerusalén, matando casi 100 personas. En 1948, en el segundo aniversario del susodicho atentado, el Irgún llevó a cabo una masacre en la aldea palestina de Deir Yassin, matando más de 120 personas. Al día siguiente Albert Einstein escribía una cartita que decía, «solamente»:
“Cuando nos sobrevenga una catástrofe real y definitiva en Palestina, los primeros responsables de ella serán los británicos y los segundos responsables serán las organizaciones terroristas creadas dentro de nuestras propias filas. No quisiera ver a nadie asociado con esa gente descarriada y criminal.”
En diciembre de ese año, Beguín visitó Estados Unidos como líder del partido Herut, חֵרוּת (Libertad), una continuación política de su grupo paramilitar fundada por él mismo para pelear en las elecciones del recientemente creado Estado de Israel. Albert Einstein, Hannah Arendt y otras casi 30 personalidades judías que vivían en Estados Unidos publicaron la carta que leemos a continuación. Beguín se convirtió en 1977 en Primer Ministro de Israel. Ese año firmó con Egipto los Acuerdos de Paz de Camp David. Al año siguiente recibió el Premio Nobel de la Paz. Dos años después ordenó el bombardeo de un reactor nuclear en Iraq y la invasión del Líbano luchando contra la independencia palestina.
Carta al New York Times [1948]
Partido Nueva Palestina: Visita de Menájem Beguín y discusión de los objetivos del movimiento político
A los editores del New York Times
Uno de los fenómenos políticos más inquietantes de nuestro tiempo es la aparición, en el recién creado Estado de Israel, del Partido de la Libertad, un partido político muy parecido en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista. Se formó a partir de los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvai Leumi, una organización terrorista, derechista y chauvinista de Palestina.
La actual visita a los Estados Unidos de Menájem Beguín, líder de este partido, es obviamente un cálculo para dar la impresión de apoyo norteamericano a su partido en las próximas elecciones israelíes, y para cimentar lazos políticos con elementos sionistas conservadores en los Estados Unidos. Varios estadounidenses de renombre nacional han dado la bienvenida a su visita. Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en todo el mundo, si están correctamente informados sobre el historial político y las perspectivas del Sr. Beguín, puedan sumar sus nombres y su apoyo al movimiento que representa.
Antes de que se produzcan daños irreparables en forma de contribuciones financieras, manifestaciones públicas en favor de Beguín y la creación en Palestina de la impresión de que un amplio sector de los Estados Unidos apoya a los elementos fascistas en Israel, el público estadounidense debe ser informado sobre el historial y los objetivos del Sr. Beguín y su movimiento.
Las declaraciones públicas del partido de Beguín no son una guía de su carácter real. Hoy hablan de libertad, democracia y anti-imperialismo, mientras que hasta hace poco predicaban abiertamente la doctrina fascista. Es en sus acciones donde el partido terrorista muestra su verdadero carácter; de sus acciones pasadas podemos juzgar lo que se puede esperar que haga en el futuro.
Ataque a un pueblo árabe
Un ejemplo chocante fue su comportamiento en la aldea árabe de Deir Yassin. Este pueblo, alejado de las carreteras principales y rodeado de tierras judías, no había tomado parte en la guerra, e incluso había combatido a bandas árabes que querían utilizar el pueblo como base. El 9 de abril, bandas terroristas atacaron esta pacífica aldea, que no era objetivo militar en los combates; mataron a la mayoría de sus habitantes (240 hombres, mujeres y niños) y mantuvieron con vida a unos pocos para hacerlos desfilar como cautivos por las calles de Jerusalén. La mayor parte de la comunidad judía se horrorizó ante el hecho, y la Agencia Judía envió un telegrama de disculpa al rey Abdullah de Transjordania. Pero los terroristas, lejos de avergonzarse de su acto, estaban orgullosos de esta masacre, le dieron amplia publicidad e invitaron a todos los corresponsales extranjeros presentes en el país a ver los cadáveres amontonados y el caos general en Deir Yassin.
El incidente de Deir Yassin ejemplifica el carácter y las acciones del Partido de la Libertad.
Dentro de la comunidad judía han predicado una mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial. Al igual que otros partidos fascistas, han sido utilizados para romper huelgas, y ellos mismos han presionado para destruir sindicatos libres. En su lugar han propuesto sindicatos corporativos según el modelo fascista italiano.
Durante los últimos años de esporádica violencia antibritánica, los grupos IZL y Stern inauguraron un reino de terror en la comunidad judía de Palestina. Golpeaban a los profesores por hablar contra ellos, fusilaban a los adultos por no dejar que sus hijos se unieran a ellos. Mediante métodos mafiosos, palizas, destrozos de ventanas y robos generalizados, los terroristas intimidaron a la población y exigieron un pesado gravamen.
La gente del Partido de la Libertad no ha participado en los logros constructivos de Palestina. No han reclamado tierras, no han construido asentamientos y sólo han restado actividad a la defensa judía. Sus muy publicitados esfuerzos de inmigración fueron minúsculos, y dedicados principalmente a traer compatriotas fascistas.
Discrepancias a la vista
Las discrepancias entre las audaces afirmaciones que ahora hacen Beguín y su partido, y su historial de actuación en Palestina, no son propias de un partido político ordinario. Es el sello inconfundible de un partido fascista para el que el terrorismo —contra judíos, árabes y británicos por igual— y la tergiversación son medios, y un «Estado de caudillo» es el objetivo.
A la luz de las consideraciones anteriores, es imperativo que la verdad sobre el Sr. Beguín y su movimiento se dé a conocer en este país. Es aún más trágico que la cúpula del sionismo estadounidense se haya negado a hacer campaña contra los esfuerzos de Beguín, o incluso a exponer a sus propios electores los peligros que supone para Israel el apoyo a Beguín.
Por lo tanto, los abajo firmantes aprovechan este medio para presentar públicamente algunos hechos destacados sobre Beguín y su partido, y para instar a todos los interesados a que no apoyen esta última manifestación de fascismo.
ISIDORE ABRAMOWITZ, HANNAH ARENDT, ABRAHAM BRICK, RABINO JESSURUN CARDOZO, ALBERT EINSTEIN, HERMAN EISEN, HAYIM FINEMAN, M. GALLEN, H.H. HARRIS, ZELIG S. HARRIS, SIDNEY HOOK, FRED KARUSH, BRURIA KAUFMAN, IRMA L. LINDHEIM, NACHMAN MAISEL, SEYMOUR MELMAN, MYER D. MENDELSON, HARRY M. OSLINSKY, SAMUEL PITLICK, FRITZ ROHRLICH, LOUIS P. ROCKER, RUTH SAGIS, ITZHAK SANKOWSKY, I.J. SHOENBERG, SAMUEL SHUMAN, M. SINGER, IRMA WOLFE, STEFAN WOLFE.