Alabanza y menosprecio de la libertad y la democracia - introducción y libro
Introducción e índice del primer libro de Conectorium, una serie sobre los peligros del fanatismo ideológico, los nacionalismos, la opinología, la censura, la polarización política. Publicado por la Editorial El País, con ensayos de Orwell, Taleb, Arendt, Russell, Voltaire, Repplier, Brodie y otros.
El libro —que es una guía para entender por qué pasa lo susodicho— fue publicado por la Editorial El País, una de las principales editoriales de Bolivia, y uno de los líderes en la publicación de ensayos políticos, históricos y filosóficos. Fue presentado el lunes 3 de junio en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz.
La colección es una compilación de ensayos de George Orwell, Nassim Nicholas Taleb, Hannah Arendt, Bertrand Russell, Voltaire, Agnes Repplier y Benjamin C. Brodie; y además un bonus con extractos de otros cracks.
A continuación, la introducción del libro, los agradecimientos a quienes hicieron esto posible, y el índice.
Contexto del libro
Los cursos de «escritura creativa» y «marketing viral» tienen en común que recomiendan empezar siempre con un «gancho». Como este es un libro de historia, política y filosofía, es un libro aburrido: entonces vale la pena comenzar mostrando una actriz porno. Mejor si es una de las más famosas.
Mia Khalifa nació en el Líbano, en el seno de una familia católica muy conservadora que huyó en 2001 a los Estados Unidos por culpa de acciones militares de Israel. Fast forward al 7 de octubre de 2023, y vemos Khalifa apoyando las acciones de Hamás en Israel, un grupo islámico ultraconservador y totalitario que no dudaría en apedrearla si ella viviera en Gaza. A esta licenciada en Historia no le importó haber sido amenazada en el pasado por musulmanes dada su profesión, y Playboy la despidió por sus comentarios en Twitter.
No fue el único trabajo que perdió ni fue la única celebridad atacada. Pero al menos conoce el tema y la región; no como Justin Bieber, que compartió la frase «Pray for Israel» sobre una foto de Gaza recién bombardeada. Tampoco fue la única en quedarse sin trabajo por sus mensajes pro-Palestina. Los países en los que la libertad de expresión es un pilar, los supuestos abanderados de la lucha mundial en pro de la democracia y la libertad, también fueron los líderes en «cancelaciones». En los Estados Unidos y Europa se despidió a parlamentarios y trabajadores, sobre todo en empresas de tecnología, rubros en los que el lobby judío tiene bastante peso.
En Alemania, en cambio, lo que pasó fue porque todavía están traumados por lo que hicieron. Suspendieron la entrega de dos premios literarios distintos, uno a una autora palestina y el otro a una autora rusa de origen judío, quienes habían escrito, por separado, sobre abusos del Estado de Israel: los premiadores temían ser etiquetados como «antisemitas». Ahora mismo, cualquier crítica que hagás del gobierno de Israel es «antisemitismo», ellos no cometen errores. Como son un pueblo que ha sufrido mucho, su gobierno cree que por eso tienen todo el derecho de causar a otro pueblo las mismas heridas que sufrieron, pero esto, por supuesto, «no se dice». Sobre todo en el país que les causó el peor de los sufrimientos imaginables, donde varios futbolistas fueron suspendidos por postear en sus redes personales mensajes pro-palestinos.
Uno de los premios cancelados se llama «Hannah Arendt», gran defensora de la libertad que estaría escribiendo en contra del autoritarismo del gobierno del que pudo haber sido su país. Si no me creés, leé la carta que firmó, junto con Einstein y otros casi treinta judíos que vivían en USA, contra la visita de Menájem Beguín, jefe del grupo paramilitar Irgún, el cual, durante la guerra de independencia, masacró pueblos palestinos enteros. Cuando se creó el nuevo Estado, convirtió su grupo en partido político —llamado, valga la ironía, Libertad—, y buscó la presidencia y se fue de gira. Casi treinta años después, este ex-terrorista fue presidente de Israel. Y luego le otorgaron el Premio Nobel de la Paz por firmar los acuerdos de paz con Egipto. No es el único ex-terrorista en llegar al poder ni en recibir el Nobel de la Paz.
En Occidente todo es posible, no como en Turquía, que olvida (o que olvidamos) su occidentalismo, y donde al futbolista que dedicó un gol a los rehenes judíos lo metieron preso. En Occidente, si estás del lado correcto, podés decir lo que querrás. Podés atacar la falta de amor al prójimo del cristianismo radical en un video, y el cristianismo radical puede responderte, en nombre del Dios del Amor, con amenazas de muerte. Y recordemos lo que dijo un congresista de los Estados Unidos sobre los palestinos, mientras lo filmaban, sin ningún miedo a perder su trabajo ni a ningún cancel culture: “I think we should kill them all”. Así se hablaba de los judíos hace 90 años.
Pero estoy criticando mucho mi casa y mi cultura, costumbre ahora mismo de varios propagandistas de Rusia y su guerra; es curioso que, cuando Putin ofreció nacionalidad a todos los que se enlisten en su ejército, ninguno de éstos se anotó. No veo a los conservadores de derecha que dicen que todo está mal en Occidente ahorrando en rublos o yenes, ni mandando a sus hijos a la universidad en China ni Rusia. Tampoco veo a los progresistas de izquierda nadando de Miami a Cuba, ni mudándose a Venezuela, ni siquiera a China, un país que se ve líndisimo y modernísimo y vigiladísimo. A ver, en Occidente también somos (muy) monitoreados, pero por lo menos puedo quejarme de esto. Y de los presidentes y primeros ministros, y de sus políticas. En Irán, Rusia, China, Nicaragua, Venezuela, Arabia y el resto de los autoritarios, el pensamiento crítico se paga con la cárcel, el exilio, o la vida. El problema es que, con nuestros idealismos y fanatismos, y la brecha cada vez más abierta de la polarización política, estamos invitando a un retorno de los autoritarismos.
Entre la censura de los supuestos puritanos y los que se creen con superioridad moral, y el hartazgo de los que están cansados de los abusos de los gobiernos y de que los gobernantes ahora sean payasos —que saben el arte ganar elecciones y llamar la atención en vez del arte de gobernar—, el riesgo es perder la democracia, que así como la conocemos es nuevita, no tiene ni 250 años, y no hace ni 70 que es realmente inclusiva, y apenas han pasado 100 años desde que algunas mujeres pudieron votar. Pero no estamos aquí para aleccionar. Dejemos el circo para la democracia y la política, y sigamos nosotros con el show de las contradicciones.
Uno de los casos más llamativos es el de colectivos lgbtqi+ defendiendo a Hamás, un movimiento que prohibe y castiga con prisión o muerte la homosexualidad. ¿Por qué lo hicieron? Porque algunos «pensadores» dijeron que entre «izquierdas» se tienen que apoyar.
Ha sido impactante ver en las protestas pro-Palestina, que las hubo multitudinarias en todas partes del mundo, banderas con esvásticas nazi. El antisemitismo, siempre que encuentra la oportunidad, muestra su cara; aunque sus simpatizantes suelen hacerlo escondiendo la cara con capuchas. Excepto en Roma, donde cientos de manifestantes se reunieron frente al antiguo comando central del partido fascista e hicieron el famoso saludito con el brazo extendido. Si vas a Roma vas a ver que a los romanos no les importa nada. No tienen ninguno de los complejos de los alemanes, para quienes cualquier expresión fascista, si te pillan, se paga con un poco de plata y cárcel.
Entre las contradicciones de los antisemitas, es curioso ver cómo te juran que los judíos tienen un complot para dominar el mundo. Al final, ¿cómo es, son inferiores o superiores?
Los que son inferiores, con seguridad, son los inseguros que se dejan llevar por el espíritu de la muchedumbre para hacer pogromos. Para muchos ha sido un shock ver pogromos en pleno siglo 21, porque al parecer ya deberíamos estar curados y ser muy civilizados, ya deberíamos haber llegado al «fin de la historia», como si las peores guerras y atrocidades no fueran las que hicimos hace muy poco tiempo. La realidad es que, a medida que avanza la tecnología, también avanzan las herramientas para oprimir y dañar, y siempre van a haber locos con ganas de oprimir y hacer daño y empernarse en el poder.
¿Qué te puedo decir de esos locos? ¿Que no importa del lado que estén, usan la misma retórica? ¿Que los líderes de Hamás e Israel, ambos buscaban tener al pueblo palestino dividido y radicalizado porque convenía a sus intereses, y que esto lo han admitido públicamente? ¿Que las excusas para invadir Ucrania ya se han usado en un montón de guerras antes, durante siglos?
Del abuso de poder, que ha existido siempre, lo mejor que se puede decir es precisamente eso: ha existido siempre. Todas las épocas tienen gente que atiza y se aprovecha de nacionalismos y fanatismos, que los hay en todos los tiempos, así como hay epidemias de opinión. Y lo único que podemos hacer como individuos es tratar de no ser presas, de no caer presos. Darnos cuenta de que, de un lado y del otro, la retórica y los pecados son los mismos. Y mejor si podemos ser libres para hacer y decir lo que realmente pensamos, sin miedo a presiones económicas ni estatales. Y estar atentos al trabajo de la propaganda.
Desde la pandemia, pasando por Ucrania, hasta Gaza, hemos visto el trabajo de la propaganda política en su punto más alto desde la Segunda Guerra Mundial. «Desinformación», fake news y ahora deepfakes, que no son más que formas políticamente correctas de decir «mentira», pero sin ofender al acusado. Absolutamente todo ha sido utilizado para el debate. Se politizó hasta el uso de barbijos: no hay que tener más de dos dedos de frente para darte cuenta de que ponerte un pedazo de tela en la boca disminuye tus posibilidades de contagiar y contagiarte; pero, sin embargo, esto se convirtió en símbolo de opresión: algunos lo usaron para taparnos la boca, otros lo sintieron como un bozal. Y hay personas que gustan tanto de los bozales que manejaban en su vehículo solas, con los vidrios arriba, el aire acondicionado encendido… y con el barbijo puesto. La narrativa tiene el poder de convencerte de hacer cualquier cosa en modo automático.
Los abusos de los gobiernos en la pandemia y su completa falta de sentido común, así como de las personas con un mínimo de poder, serán tema de estudio. Tengo un amigo que vive en un departamento; lógicamente, tenía que sacar a pasear a su perrita todos los días; un día la policía lo llevó preso y lo encerró en una celdita repleta de gente… porque no estaba respetando el «distanciamiento social». Personas que dormían juntas eran obligadas a sentarse separadas mientras esperaban algún trámite en el banco o la oficina pública, incapaces algunos de ellos de digitalizar las solicitudes más sencillas.
Entre las maravillas de la pandemia está el esparcimiento del miedo — y de las citas de autores falsas o sacadas de contexto. Gente compartiendo frases de Dostoyevski que no eran suyas, y conspiracionistas compartiendo frases de George Orwell que fueron redactadas precisamente para prevenir a la sociedad de fanáticos como ellos. Capitalistas citando a Adam Smith para justificar su egocentrismo, dejando en claro que no leyeron ni un capítulo de su Teoría de los sentimientos morales; y comunistas que no abrieron las puertas de sus propiedades privadas y que reclamaron el cierre de las fronteras.
En los últimos años hemos visto gente «pro-vida» protestando con armas semiautomáticas cargadas al hombro. Gente «pro-libertad» tildando de fascista a cualquiera que no piense lo mismo que ellos — o elles. Porque hemos visto feministas que te gritan que digás «niñes», pero se niegan a decir «feministes», y a luchar en la guerra; y para defender a su género han llegado al punto de afirmar que su género no es una creación de la madre Naturaleza sino un invento del hombre. Hemos visto progresistas oponiéndose al progreso, y liberales oponiéndose a la libertad. Gente cargando gasolina al auto para ir a la protesta contra la industria petrolera. Influencers que no usan nunca las marcas que promocionan. Ya no tan jóvenes «buscándose a sí mismos» de fiesta en fiesta. Veganos predicando la paz con todos los animales mientras agreden a sus hermanos humanos. Gente que dice «amo a los animales» mientras se come «un buen pedazo de carne». Y religiosos que dicen que aman a los niños, pero su amor es también hambre carnal.
Somos walking contradictions, como lo cantaron Green Day y Whitman; lo vivieron en carne propia Unamuno y Lugones, que vieron a federalistas pidiendo que su ciudad sea la capital de un nuevo Estado, como vemos de nuevo ahora. Y ahora vemos anarco-capitalistas llorando por una sola moneda mundial. Libertarios pidiendo que el Estado «rescate» a su banco. Y anarquistas en modo «que venga alguien y ponga orden». Socialistas rogando que se liberen las exportaciones al sector privado. Occidentales defendiendo la invasión rusa, diciendo que se hizo para defenderse «del avance de la OTAN» y luego afirmando que la OTAN ya no tiene poder militar ni político. Al final, ¿es o no poderosa?
Como esos fanáticos que vemos apedreando a los jugadores de su propio equipo, hay occidentales libres atacando su cultura y alabando regímenes autoritarios donde la censura es la ley y su libertad no existe. En Occidente, en cambio, la censura es social, y provoca igual miedo. Si no lo creés, mirá el caso de los ingenieros de Google que crearon una inteligencia artificial que se rehusa a ilustrar «white people» e ilustra a los Papas como mujeres.
Todos somos papistas de algo. Acordate de esos que se juran ateos, pero son, como dijo un amigo, “cristianos, pero del crossfit”. El humano necesita una Iglesia, una comunidad, una tribu donde sentirse seguro y abrazado: a falta de religiones institucionalizadas, que en Occidente las andamos desechando, nos volvemos fanáticos de otra cosa; a veces, de cualquier cosa.
Pero llega el momento en el que “todo idealismo es mentira frente a lo necesario”, como escribió Nietzsche. El momento en el que uno se tiene que tragar sus palabras porque la realidad te obliga («nunca hay que escupir para arriba», dicen los sabios), el momento en el que uno termina haciendo lo que criticaba, en el que se comporta igual o peor que «el otro». Aunque, lamentablemente, a veces ni siquiera eso es suficiente para arrancarlo a uno de sus prisiones; como dijo Voltaire: “es muy difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran”.
De eso se trata este viaje, de conocer nuestras cadenas, saber que las tenemos, ver los riesgos de tenerlas y aceptar la realidad para intentar adaptarnos a ella. Porque el fanatismo y los idealismos son destructores de la democracia y la libertad.
El objetivo de este libro es ayudarnos a recuperar la libertad de opinión y la política — o, por lo menos, la ilusión.
No te puedo prometer un viaje sin sacudones.
Más contexto
A continuación, textos de escritores que trataron esta problemática con mucho, mucho tino.
Todas las traducciones son nuevas, exclusivas y las primeras al voseo; algunas incluso son las primeras al español.
Uso comillas latinas «para repetir lo que se dice»; inglesas para citas textuales y evitar misquotations (como dijo Cortázar, “citar es citarse”). Entre lo que escribe uno, lo que traduzco y lo que entendés, ojalá que muy poco quede lost in translation. Y sorry por algunos extranjerismos, pero hay cosas intraducibles.
Debemos el título a Natalia Ginzburg y su ensayo Alabanza y Menosprecio de Inglaterra — en realidad, a Jesús López Pacheco, que tradujo “elogio e compianto” como “alabanza y menosprecio” en vez de “elogio y lamento”, en lo que puede haber sido un guiño literario o una elección estética (o no).
Sobre la estética de la tapa: La libertad guiando al pueblo es una pintura de Eugène Delacroix en homenaje al levantamiento del pueblo parisino en julio de 1830 contra Carlos X, quien intentó suprimir el parlamento porque no gustó de los resultados electorales, y quiso limitar la libertad de expresión, de prensa y el derecho al voto; en fin, empernarse en el poder. Esta revolución marcó su caída, y aunque no tuvo un gran líder visible, Delacroix notó que fue la Libertad. Tuvo el acierto de pintarla liderando, pero también pisando a sus muertos y siendo ella misma idolatrada.
Gracias
Conectorium no podría existir sin el apoyo constante, incondicional e invaluable de Arelí, Karen, Pablo, Tonchi, Pablo, Leonardo y Tatiana. Y esta serie no podría haber sido impresa sin la inversión de Vivian, Gustavo y Roxana. Tampoco sin el soporte de Laura, Diego, Walter, Matías y Andrés; ni sin el aporte de Jessica, Egon, Steve, Micaela, Cecilia y Rodrigo.
A excepción de un par, todos los autores que vas a leer ya no están vivos, la mayoría hace un buen tiempo; pero sus escritos los hacen sentir, no sólo contemporáneos, sino cercanos. Hay que agradecerles por compartir lo que compartieron — y al hecho de que están disponibles en el dominio público.
Los derechos para reproducir a Hannah Arendt los administra Penguin Random House. George Orwell aparece aquí con aprobación de su ejecutor literario (de la agencia AM Heath).
Al profesor Nassim Nicholas Taleb: gracias por el permiso para traducir y reproducir su ensayo, primero en la página web y el newsletter de Conectorium(.com), y luego para imprimirlo aquí. Y, también, por supuesto, por su cacería contra el bullshit.
Comments ()